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Cecil B. DeMille, el fundador de Hollywood

Redacción




Cecil D Demille.

Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.

Cecil Blount DeMille  pionero y fundador de Hollywood nació en Ashfield, Massachusetts, el 12 de agosto de 1881. Sus padres, Henry Churchill DeMille (1853–1893), episcopaliano, y Matilda Beatrice Samuel (1853–1923), de ascendencia alemana, se dedicaban a escribir obras de teatro. Henry murió cuando Cecil tenía 12 años y su madre comenzó a mantener el hogar, tras abrir un colegio para señoritas y una compañía de teatro.

Demasiado joven para enrolarse en el ejército y participar en la guerra de Estados Unidos contra España, siguió a su hermano William a Nueva York, para estudiar en la Academia de Artes Dramáticas, e hizo su debut teatral en 1900.

Fue durante 20 años actor y manager de la compañía de su madre. En 1913 junto a Jesse L. Lasky y Samuel Goldwyn, fundaron la Lasky (Paramount). Con un grupo de aventureros se dedicó a buscar un paraje para rodar su primera película. Y de forma accidental llegó hasta un lugar llamado Hollywood. Allí filmó entre grandes dificultades su primera película, The Squaw Man, 1914. La fábrica de los sueños acababa de nacer.

Inventor de la narrativa cinematográfica

Si David Wark Griffith fue el inventor del lenguaje visual del cine, a De Mille corresponde en buena medida la invención de la narrativa. Ya en 1915 The Cheat (La marca de fuego )  fue considerada una obra maestra y su prestigio traspasó las fronteras siendo admirada en todo el mundo por sus hallazgos estilísticos y su atrevida concepción del melodrama .

 De Mille inventaba el cine en cada película porque el arte nuevo estaba virgen de estilo, de historias y de hallazgos. El joven cineasta admirador de Dickens, de los cuadros de Dore y de los montajes teatrales de David Belasco se lanzó a conquistar ese nuevo mundo: Joan the woman ( 1917 ) – Juana de Arco – , The whispering chorus 1918- de atrevidos recursos psicológicos – o el ciclo de la comedia pícara que tanto encantara a Lubitsch y que sirvió para inventar el género de la alta comedia, sensual y sofisticada en el cine: Male and female, Dont change your husband …   Y así hasta llegar al espectáculo de la primera versión de Los Diez Mandamientos ( 1923 ) que contaba con dos historias en paralelo, la bíblica y otra moderna con la historia de una familia. Y la extraordinaria Rey de Reyes (1927) adaptación de los Evangelios y película que dio la vuelta al mundo con su mensaje de fe y esperanza.

De Mille logró popularizar su nombre y su estilo hasta el punto que en el universo del star system el público iba a ver sus películas porque estaban dirigidas por el. Solo Hitchcock lograría este milagro años después.

Se adaptó al cine sonoro con facilidad

El talento narrativo del artista le sirvió para adaptarse al cine sonoro con gran facilidad – al contrario que sus coetáneos Griffith o Von Stroheim – y continuó con su cine personal, combinación de espectáculo, melodrama, erotismo y épica:  El signo de la Cruz, 1932, Cleopatra, 1934, Las Cruzadas, 1935, The Plainsman, 1936, Unión Pacífico, 1939, Piratas del mar Caribe, 1942, Los inconquistables, 1947, Sansón y Dalila, 1949 y El mayor espectáculo del mundo, 1952.

 El signo de la cruz asombra hoy por el atrevimiento y modernidad de las secuencias del circo romano, aparte de la sensualidad de Claudette Colbert bañándose desnuda en una piscina de leche o la fabulosa interpretación del gran Charles Laughton en el personaje de Nerón.

En Cleopatra destaca la escena de la seducción de la reina egipcia – de nuevo Claudette Colbert – a Marco Antonio (Henry Wilcoxon ) que supera incluso a la posterior versión de Joseph Leo Mankiewicz. Y como gran autor de westerns ahí brillan The plainsman, con Gary Cooper y Jean Arthur,  Unión Pacífico, con Barbara Stanwyck y Joel McCrea o la fascinante Los inconquistables, con Gary Cooper y Paulette Godard. El historiador Jacques Lourcelles llegaría a escribir que si tuviera que resumir en una sola película la historia del cine norteamericano sería precisamente  Los inconquistables, la historia de unos pioneros cuyo esfuerzo y sacrificio forjarían el nacimiento de una nación.

Íntegro, libre e independiente

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De Mille fue un hombre integro, libre e independiente, políticamente incorrecto:  muchas de sus películas como This day and age 1933 – sobre un asesino de niños – o Las cruzadas ( la epopeya de Ricardo Corazón de León ) no pasarían la censura de algunas mentes contemporáneas. Peor para ellas. Además De Mille intervenía activamente en programas de radio, cultivaba su imagen de cineasta con estilo propio, despreciaba a esa crítica convencional que siempre menospreciaba su trabajo tal vez por la envidia de su éxito o por continuar siendo fiel a su estilo personal. Y es que De Mille siguió imponiendo su forma de hacer cine tanto en 1923 como en 1956 sin perder ni un ápice de su éxito. No tuvo influencias cinematográficas de nadie, solo de sí mismo .

Cecil B. De Mille se comprometió siempre con su forma de ver el mundo, con la libertad y contra la amenaza del comunismo que a partir de la guerra fría extendía sus redes por todo el mundo. Se declaró conservador en un mundo que empezaba a quebrar sus principios fundamentales.

Eso le costó sinsabores y nuevos ataques, pero no afectó a su carrera, de hecho sus tres últimas obras: Sansón y Dalila  1949, El mayor espectáculo del mundo 1952 y Los Diez Mandamientos, 1956 fueron las más famosas de su carrera, cada una de ellas fue la mas taquillera de su temporada, y la segunda se alzó además con el Óscar a la mejor película del año.

https://www.cecilbdemille.com/

Hoy De Mille puede ser reivindicado como pionero del séptimo arte, como espléndido narrador, como autor de grandes westerns y películas de aventuras ( las antes mencionadas o la excelente Piratas del mar Caribe, 1942 con John Wayne, Paulette Godard y Ray Milland) y por supuesto por la película que no ha dejado – literalmente – de emitirse y verse desde el día de su estreno, la mítica Los Diez Mandamientos.

En octubre de 1954, Cecil B. De Mille (1881-1959) y su equipo zarparon con destino a El Cairo para comenzar el rodaje de una de las grandes obras de la historia del cine, la que iría siempre y en todos los lugares del mundo unida indeleblemente a su nombre: Los Diez Mandamientos (The Ten Commandments).  El investigador Henry Noerdlinger había estado investigando durante años, consultó millares de libros y revistas y fotografías, el resultado fue un libro científico editado por la Universidad de California del Sur: Moisés y Egipto.

Rigor y aventura, religión y drama, pasión e historia

El primer milagro de Los Diez Mandamientos es su capacidad para unir rigor y aventura, religión y drama, pasión e historia. Todos y cada uno de los elementos de la película están reconstruidos según la documentación histórica más rigurosa, incluso las Tablas de la Ley y los grabados que en ella aparecen (las tablas con los mandamientos fueron construidas con auténtica piedra del Sinaí, con las medidas indicadas en el Midrash Raba y con los caracteres de las letras en cananeo arcaico). Pocas personas iban a ser conscientes de este esfuerzo, pero el espíritu de De Mille al hacer la película era el mismo que animaba a los autores de las grandes catedrales: emplear el arte para dar testimonio de la grandeza de su fe. Meses de rodaje, un reparto fabuloso encabezado por Charlton Heston (cuyo parecido con la célebre estatua de Moisés creada por Miguel Ángel, le proporcionó el papel, una de las cumbres interpretativas de su brillante carrera), un infarto sufrido por De Mille en la primavera de 1955… El rodaje concluyó el 13 de agosto de 1955 pero el montaje final no estuvo listo hasta febrero de 1956. Todo ello pude contarlo con detalle en mis libros sobre De Mille (Cecil B. de Mille. Cileh, 1991) y Heston (Charlton Heston, la épica de un héroe. Eiunsa. 1999).

Los interiores se filmaron en los estudios de la Paramount, pero todas las escenas del Éxodo se firmaron en Egipto y en el Monte Sinaí. La espectacular secuencia de la liberación de los esclavos hebreos –uno de los instantes mágicos del cine épico– reunió a 20.000 extras, todo un esfuerzo para el director que mejor ha sabido mover las masas en la historia del séptimo arte. El decorado de la ciudad del faraón se inspiró en el que se había utilizado para la versión de 1923 dirigida por el propio De Mille. La historia de esta ciudad fantasma y fabulosa es una revelación en su misma.

Después de terminar el rodaje de Los Diez Mandamientos (1923), el conjunto arquitectónico creado era demasiado caro para ser transportado. La Ciudad del Faraón fue el decorado cinematográfico más grande jamás construido, con sus estatuas del rey-dios de 11 metros, sus 21 esfinges y sus muros de más de 30 metros. Se decidió, entonces, cavar una zanja y enterrarlo en pleno desierto. El equipo de Paramount mantuvo en secreto el lugar donde se enterrarían los restos. “Si dentro de mil años los arqueólogos lo desentierran en la dunas de Guadalupe, espero que no vendan a los periódicos la asombrosa noticia de que la civilización egipcia se extendió desde el valle del Nilo hasta la costa del Pacífico de Norteamérica”, escribió Cecil B. DeMille en su autobiografía de 1959.

La  magna Los Diez Mandamientos es la mejor prueba de su inmenso talento, sobre todo en secuencias tan magistrales como el Exodo, la apertura de aguas del Mar Rojo por Moisés –otro instante mítico- o en ese momento de profunda tensión en el que Yul Brynner lleva a Anne Baxter ante un Moisés (Charlton Heston) atado y prisionero para que contemple el deseo que nunca podrá saciar. Sádica venganza en esta escena magistral de una obra maestra asaeteada de continuo por momento mágicos e inolvidables.

Cine – el de De Mille – en estado puro y gloriosamente primitivo .