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El show chabacano de Jorge Juan Vázquez

Redacción




Jorge Javier Vázquez. /Foto: periodistadigital.com.

Enrique de Diego.

Estaban todos en el armario y salieron en tropel hacia los platós de Telecinco. Cualquiera diría que en Telecinco el que no es gay no sale en cámara, pero en estos tiempos debemos evitar percibir lo obvio. Telecinco es una televisión LGTBI, de la que es propietario Silvio Berlusconi, que en el conjunto de Europa pasa por ser un icono del machismo y un atleta sexual de la heterosexualidad compulsiva con ragazzas. Pero por encima de la hipocresía -milagros de Paolo Vasile– está la pasta. Ya dijo Quevedo que «poderoso caballero es don din don dinero«.

Salidos del armario y llegados en tropel a los platós de Telecinco se les dispara el ramalazo inquisidor como un tic reprimido.

Telecinco es la muestra y la manifestación de la decadencia y la degeneración de la sociedad española, inmersa en la esterilizante ignorancia ilustrada, chapoteando en la estupidez mostrenca, que ya ni tan siquiera busca los diez minutos de gloria de Andy Warhol, le basta con un plano de televisión, como ese público profesional que por un bocadillo aplaude cuando se lo indica con el cartel el chico de producción.

¡Vaya miope que estuvo Cupido con sus flechas en el caso de mi adorada Karina!

Llevaba años sin ver esa cloaca catódica y cometí el craso error de pensar que le iban a hacer una entrevista al «periodista más polémico«, Alfredo Urdaci, reconvertido en manso corderito chistoso y teatrero. Y puesto que perdí un par de horas de mi vida, aguantando las cuitas confusas y difusas de Alonso Caporrós, y hube de soportar las referencias a los inmensos huevos de un peluquero de aspecto deleznable, que resultó ser el primer ex de mi adorada Karina -pobre chica en la vida, ¡vaya miope que estuvo Cupido con sus flechas!- y madre de su hija guay, he de sacarme la espina de la estafa y mostrar mi estupor ante la infinita degradación de un Telecinco que hace una televisión hortera de bolera y cuyo anagrama debería ser la raja de un culo, que es de lo único que hablan.

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En todas las casas de prostitutas, o en los garitos de chaperos, del mundo, se cierra la puerta, menos en Telecinco donde se ponen micrófonos y cámaras. El pudor es el homenaje necesario a la seducción. Telecinco no hace televisión, hace escatología gay de pis, pedo y culo, mucho culo. El programa ese de «Sábado Deluxe» del insufrible Jorge Javier Vázquez es simple y llanamente chabacano. Ya no es ni del corazón ni basura, es una mierda pinchada en un palo, con un sohwman de pacotilla torrando con su orientación sexual y contoneándose con monótona languidez.

El Juicio Final, como un «gran Sábado Deluxe»

Por el programa sé que Jorge Javier Vázquez duerme mal, se despierta mucho, anda inquieto con si hay algo más allá -que lo hay- y se imagina el Juicio Final como un «gran Sábado Deluxe«. Metáfora mostrenca. Decía Chesterton que quien no cree en Dios, termina creyendo en cualquier cosa. Y Jorge Javier Vázquez ha terminado creyendo en la audiencia. El juicio de la audiencia es más temible que el juicio de Dios, al parecer, y el showman sin pizca de gracia lloriqueó cuando obtuvo una gran audiencia en la gala final de «Supervivientes«, ese reality de canibalismo light, que muestra las carencias de la especie en estos tiempos crepusculares.

La cuestión, cuyas razones últimas se me escapan, es que ese programa chabacano es uno de los de mayor audiencia de la televisión española, lo cual indica el grado ínfimo de cultura y civilización en que se ha abismado la manipulable sociedad española tras décadas sin estudios de humanidades, de cuasi monopolio televisivo berlusconiano, porque al poder político le interesa esta mierda pinchada en un palo. Parafraseo a Aldous Huxley: cuando la libertad sexual está despendolada es porque las demás están muy bajas. No me extraña que el poder político abuse, expolie, saquee y se cisque en los españoles, si su autodisciplina y su dignidad están tan bajas para convertir en fenómeno mediático una mierda pinchada en un palo. Y doy por supuesto que se puede ser gay con estilo y educación y buen gusto. A pesar, claro, del tal Jorge Javier Vázquez y su deleznable «Sábado Deluxe«.