Ramiro Grau Morancho. Abogado.
A finales del 2004, o principios del 2005, andaba yo de fiscal sustituto por Teruel (sí, Teruel existe, aunque a veces lo dudo), o de secretario de la citada Audiencia Provincial (Teruel también tiene una Audiencia, aunque parezca mentira), cuando llegó a mis manos un escrito del CGPJ, de solo un folio, diciendo que se había abierto un plazo para presentar candidaturas a jefes de prensa de todos los Tribunales Superiores de Justicia de España, a excepción de Madrid y Barcelona, creo recordar, que ya los tenían nombrados.
Como estaba al borde del cese, por reincorporación del secretario titular, y/o llegada de un nuevo fiscal de carrera (no recuerdo con certeza en cuál de los dos destinos estaba), y los requisitos que se pedían eran de risa, envié el curriculum solicitado al CGPJ, en la seguridad –uno ya tenía sus años- de que era poco menos que perder el tiempo, pues la convocatoria era tan etérea que podían nombrar hasta a su propia mujer… (Creo que hubo algún caso).
Ni siquiera se pedía ser licenciado en ciencias de la información, creo recordar, aunque sí la posesión de una licenciatura universitaria, y experiencia en medios de comunicación social, en redactar escritos, entender el lenguaje y la terminología jurídica, etc.
Estaba claro que querían nombrar libremente a quien les diese la gana, pero eso sí, simulando que se trataba de un concurso público, con todas las de la ley.
Los seleccionados irían a Madrid, para realizar una entrevista personal, tras la cual, los definitivamente seleccionados adquirirían la condición de personal eventual (es decir siempre con el culo en el aire), y cobrarían con un nivel 24.
Huelga decir que nunca fui llamado a la entrevista de selección, por lo que debí de ser descartado ab initio. Es posible que mi perfil no fuese el adecuado, aunque llevo décadas escribiendo en la prensa y revistas especializadas, tengo varias carreras, he publicado numerosos libros, he sido juez, fiscal y secretario judicial sustituto, en fin, que algún mérito debo de tener. Pero me debía de faltar el principal: el enchufe.
Lo cierto es que esas personas, nombradas prácticamente a dedo, realmente a dedo, se han “consolidado” en esos cargos, y deben de llevar alrededor de trece años en unos cargos a los que no han accedido con arreglo a los principios constitucionales de publicidad, igualdad, mérito y capacidad. ¿Pero eso, a quien le importa?
A veces veo en televisión, aunque cambio rápidamente de cadena, a una señora con pintas de histérica, que trabajó en uno de esos empleos, pero fue cesada por determinados problemas que no vienen a cuento… Conozco a otra “jefa” absolutamente inútil, que sigo sin explicarme como la pueden aguantar, pues es totalmente inoperante. (Es posible que la mayoría sean mejores, por lo menos eso espero).
¿Es lógica esta situación? Yo creo que no.
¿Para que existen las facultades de ciencias de la información, además de para producir parados, y como “almacén” de las nuevas generaciones? ¿No sería lo lógico convocar una oposición, pura y dura, para cubrir estas plazas?
O, si realmente se entiende que son personal eventual, permitir que cada Presidente de Tribunal Superior de Justicia pueda nombrar a quien considere conveniente, con una cierta discrecionalidad, que no tiene por qué ser arbitrariedad. Es más, estoy seguro de que este método sería mucho mejor que el actual, pues al menos podrían trabajar a gusto con personas competentes, elegidas por ellos mismos, y que siguieran sus pautas de trabajo.
Hoy por hoy los presidentes van por un lado, y estos “jefes” de comunicación social, por el suyo… Y muchas veces siguiendo caminos divergentes, cuando no directamente contrarios.