Enrique de Diego.
Los gays celebran su día mundial en Madrid con la inmensa falacia de que son un grupo minoritario perseguido que precisa exhibirse en grupo para mostrar su fuerza. Los gays en España no son perseguidos -aunque haya esporádicas agresiones deplorables-. Nunca antes, en la historia del devenir humano, ninguna minoría se había dotado de tantos privilegios agresivos ni había concitado tantos apoyos políticos.
La friolera de once leyes autonómicas sitúan el sistema educativo bajo el dictado del colectivo LGTBI, en tales términos que quedan cercenadas la libertad de cátedra, la libertad de expresión y el derecho de los padres a la educación de los hijos. Canadá ha marcado la norma estableciendo quitar la patria potestad a aquellos padres que no concuerden con la ideología de género. Podemos ha presentado en el Congreso una proposición de Ley que puede ser calificada de nazi -los comunistas perseguían con saña a los homosexuales pero ahora denuncian esa quimera del heteropatriarcado- con la que se pretenden retirar libros, borrar mensajes, cerrar digitales, en una línea que a Goebbels le hubiera encantado, en la forma, aunque el fondo sea bien distinto.
Por lo que llegan en las imágenes, el orgullo gay puede compaginarse con la más estricta horterada, la mala educación, una estética entre neonazi y de Mad Max, el escándalo público, aparentes formas de pedofilia, blasfemias anticristianas -no ofende quien quiere, sino quien puede- y actos que de ser perpetrados por otros serian presuntamente delictivos.
Ahí en todo ello una profunda e inmensa mascarada. Un ejercicio patético de hipocresía que parece obedecer a extraños complejos de culpa y a un profundo desasosiego respecto a una civilización que es la única en la que puede vivir a la luz del día, y a la que tratan de someter a un extravagante proceso de ingeniería social, amparados por los decadentes políticos de esta hora degradada.
Nada hay de meritorio en esta exhibición obscena. Reto al movimiento gay a que celebre el día de su orgullo en Teherán, que es donde los gays son perseguidos hasta la muerte (publicamos el ordenamiento legal iraní inspirado en la ley islámica). O en Riad, Doha, El Cairo, Jartum, Rabat, Indonesia, Malasia…Es hora de que el movimiento gay sea capaz de denunciar que las naciones en las que los homosexuales son perseguidos, en los que la práctica, cualquier práctica, incluso el frotamiento, es penada con la muerte son las naciones musulmanas. Que cuanto más estricto se vuelve el islamismo más sanguinario se torna contra los homosexuales, como se ha podido comprobar en los territorios del Daesh donde los gays han sido lanzados desde azoteas, para ser rematados en el suelo.
Y todo ello con un espeso y acobardado silencio del movimiento gay mundial. El 12 de junio de 2016, una cincuentena de gays fueron asesinados por un integrista en la masacre de la discoteca Pulse de Orlando. Ese mismo año tres «refugiados» intentaron lapidar a dos transexuales en la ciudad alemana de Dortmund. Y el movimiento gay no ha osado a alzar su voz contra el islamismo.
Ningún mérito tiene celebrar el día del orgullo gay el próximo año en Nueva York, sino irse a Estambul, donde la homosexualidad no es ilegal, pero donde la Policía ha cargado contra quienes quisieron celebrarlo el domingo pasado y donde los detenidos fueron obligados a escuchar rezos del Corán en los coches policiales. Y donde la transexual Hande Kader apareció asesinada, mutilada y quemada.
Los homosexuales que padecen cruenta persecución en las sociedades musulmanas no importan al movimiento gay, que nunca levanta la voz contra tales atropellos, contra los latigazos y contra las ejecuciones colgados de una grúa.
Bien sé que no podían celebrar el día del orgullo gay en las naciones y sociedades musulmanas..Pero ¡qué lo digan! ¡qué eleven su voz en protesta! Que muestren la dignidad de la denuncia y la solidaridad con los perseguidos. Es lo mínimo.