AYÚDANOS A COMBATIR LA CENSURA: Clicka aquí para seguirnos en X (antes Twitter)

FIRMA AHORA: El manifiesto contra el genocidio de los niños


La izquierda se salta todos sus códigos éticos

Redacción




Carlos Sánchez Mato y Celia Mayer.

Javier García Isac. Director de Radio Ya.

Los códigos éticos de los partidos políticos suelen ser decálogos de buenas intenciones con nula intención de ser cumplidas. Expresan deseos y vaguedades. Todo muy superficial y a la vez rimbombante. Que parezca importante y que se están haciendo cosas. Que parezca que todo cambia para que todo permanezca igual. No hay mejor definición de un código ético que un ángulo de 360 grados. Das una vuelta entera para volver al mismo sitio.

En la derecha, el código ético es utilizado dentro de la propia organización como ajuste de cuentas y eliminación de contrincantes internos. En la izquierda, el código ético se diseña para que lo cumplan y lo obedezcan los de la organización contraria, pero no les obliga a ellos. Diseñan normas muy rígidas y estrictas que los demás deben adoptar, pero que, llegado el momento, ellos no. En uno u otro caso, estos códigos éticos no valen para nada. Son papel mojado que queda muy bien colgados en una web junto a los portales de transparencia, cuando no hay nada más opaco y monolítico que un partido político.

Cuando es la izquierda la que intenta darnos lecciones de ética, la cuestión puede llegar a coger un volumen tridimensional, pues se creen poseedores de una superioridad moral de la que en verdad carecen. Vemos como partidos y organizaciones tienen entre sus filas delincuentes condenados que son homenajeados y puestos como ejemplo, observamos como concejales son imputados por prevaricación y malversación de fondos, y en lugar de obligarlos a dimitir o expulsarles, el partido cierra filas en torno a ellos. Es difícil enumerar los artículos del código penal que son violados y sin embargo siempre tienen una justificación superior que hace que sus delincuentes nos sean vendidos como héroes fruto de una persecución burguesa.

Es grave, muy grave que muchos jueces tengan como modelo al ex juez prevaricador Baltasar Garzón. Esto nos puede dar una idea de cómo está la justicia en nuestro país, de cómo está la justicia en España. Es grave, muy grave que un maltratador como Bódalo, acusado y condenado entre otras cosas por propinar una paliza a un compañero de corporación, o por pegar sin misericordia a una mujer embarazada que protegía su negocio, se le den muestras de solidaridad y cariño. Es grave, muy grave que conocidos miembros del ayuntamiento de Madrid, sean ahora concejales por los méritos realizados con anterioridad, como asaltar capillas o poner tuits insultantes y vejatorios hacia las victimas del terrorismo. Es grave, muy grave que se sea extremadamente garantista con asesinos, criminales y violadores y muy exigente con el rival o contrincante ideológico. Es grave, muy grave que se permita el cambio de calles de víctimas y que están sean sustituidos por verdugos y es grave, muy grave que se alienten comportamientos violentos y se justifiquen los mismos si son nuestros compañeros de organización los ejecutores.

Definitivamente los códigos éticos no sirven para nada cuando se tiene claro que no existe ninguna obligación de ser cumplidos y cuando las personas que tienen la obligación de hacer que estos se cumplan protegen a delincuentes, maltratadores, terroristas o prevaricadores.

La política española es un gran circo de tres pistas donde nosotros somos los espectadores obligados a ver un mal espectáculo cuyo papel se limita a aplaudir cuando se nos requiere y en el mejor de los casos a exclamar sin mucho convencimiento, y por todo ello nos creemos que somos libres e independientes. Una mala representación es siempre superada por otra peor, hasta que caemos en el convencimiento erróneo de que los primeros números representados no eran tan malos, sin darnos cuenta de que la actual nueva política española es una evolución lógica de la anterior. Lo que mal empieza mal acaba, y mucho me temo que, en el caso de España, todo es susceptible de empeorar.