Enrique de Diego
Está la nación tan desesperada que durante un tiempo se te tomó en serio, al menos para que los corruptos no camparán a sus anchas, aunque contra ellos no has hecho nada real, solo vociferar, porque no eres más que un bocachanclas.
Ahora como esos boxeadores zumbados que han recibido una paliza te mueves a trompicones por el cuadrilátero abrazándote a un Pedro Sánchez, al que diste la puñalada trapera negándole tu voto en su investidura y manteniendo a Mariano Rajoy en La Moncloa. Porque has sido tú el mejor apoyo de Rajoy y eso no lo vas a cambiar, a destiempo, a base de zarabandas extemporáneas en esa amalgama de partidos que distorsiona bajo la marca Podemos.
Y tú, que no crees en España, que la desprecias, que ni tan siquiera la entiendes, que tienes una empanada mental sobresaliente, has tenido la osadía de querer gobernarla y ahora de tentar a Pedro Sánchez, como tu tabla de salvación, mediante una danza de la muerte con Esquerra Republicana de Cataluña, cuando Esquerra quiere destruir España y la convivencia entre los españoles. España no es una nación de naciones -y vale también para el insensato Pedro Sánchez- porque tal cosa no existe, es un imposible metafísico. Es una completa estupidez en la que no participa la secesionista Esquerra Republicana que, por supuesto, no comparte tamaño dislate sino que tiene el suyo propio: que la españolísima Cataluña es una nación.
Eres la quitaesencia de todas las inmundicias de la destructiva corrección política. Perteneces a la subclase de los funcionarios docentes, de la peor especie dentro de ella, pues tus estudios resultan inservibles e ineficaces y solo sirven para producir gente amargada que quiere complicar la vida de los demás para salvar la suya. Todas y cada una de las consignas que asumes conllevan la desgracia de las gentes sencillas e indefensas, de los trabajadores y sus familias. No has generado nunca ni un gramo de riqueza, pues siempre has vivido -como un parásito- del Presupuesto. Te has apropiado de términos que ni son tuyos, ni los has pensado, como el de casta, que yo acuñé, y tú siempre has sido casta. Eres un manojo de complejos de culpa que escondes tras una virulencia insustancial, pero lo más grave es que haces daño y destruyes a la gente que dices defender.
Eres un payaso, Pablo, un niñato consentido de izquierdas que a este paso terminarás en juguete roto. Estás haciendo méritos para ello.