Miguel Sempere.
Parte del éxito pasado de Podemos es que es un partido de teleserie, en una sociedad deformada por la televisión. En propiedad, es la más exitosa estafa de transformismo político, por la que la izquierda fracasada, y marginal, se revistió con el camuflaje, que no le correspondía, de la regeneración para engañar con la transversalidad hacia el sorpasso. Hoy el engaño no resiste el juicio de la praxis.
Podemos no es ni tan siquiera un partido, sino una marca. De hecho, un ingente número de marcas, pues en el ámbito local Podemos no existe. En el ámbito nacional, En Marea en Galicia es una acumulación de izquierdas, sin Podemos, pues contra la más mínima democracia interna, Pablo Iglesias impuso su criterio. En Cataluña, el partido de Ada Colau exige a los restos de Podemos que renuncien al nombre y se integren de uno en uno. En Valencia, Compromìs no es otra cosa que el pancatalanismo de siempre, heredero del Bloque Nacionalista.
La situación es más caótica en el ámbito local. Veamos en la Comunidad de Madrid: Juntos por Loeches, Somos Torres de la Alameda, Ganar Fuenlabrada, Mejoremos (por Mejorada del Campo), Leganemos (por Leganés), Somos Alcalá, Aranjuez Ahora, Somos Velilla, San Fernando de Henares Sí Se Puede…En las elecciones municipales de 2015, Podemos no presentó ninguna candidatura, pero de manera torticera avaló a marcas blancas que florecieron como hongos por toda la geografía nacional, con cierta base en los Círculos de Podemos. Se dieron de alta en el Ministerio del Interior partidos con esos sugerentes nombres y ellos fueron los que se presentaron. En las mesas electorales, muchos de los interventores de esas candidaturas llevaban pegatinas de Podemos y de la candidatura local, y cuando alguien preguntaba por la papeleta de Podemos le llevaban a la del partido local.
Esta estrategia doble no ha dejado de provocan problemas. En algunos municipios esos partidos locales han articulado sus embrionarios órganos de gobierno. En casi todos, la marca blanca de Podemos ha entrado en conflicto con el genuino Podemos. Así, en Velilla de San Antonio, Carlos Cermeño, secretario general de Podemos, está ahora en el grupo de no adscritos. También ha sido echada del grupo municipal la secretaria general de Podemos en Leganés, Mercedes Condes. Leganés es un caso extremo de una tendencia general: cuatro de los concejales del partido instrumental Leganemos han sido expulsados; los cuatro son de Podemos. Bajo la disciplina de Leganemos solo quedan dos: Fran Muñoz, secretario general de Leganemos, quien tras perder las primarias de Izquierda Unida recaló en la marca blanca y Eva Martínez.
¿Qué pasará en las próximas elecciones locales si, como es previsible, Podemos presenta sus propias candidaturas? Es muy probable que los partidos instrumentales también concurran. Dependerá de sus actuales cargos orgánicos y electos ven cumplidas sus expectativas o no. En Leganés se da por seguro que Fran Muñoz concurrirá con Leganemos.
Los partidos instrumentales, las marcas blancas tienen una vida muy sui generis. Con el mismo lenguaje de Podemos, no tienen militantes sino inscritos. En Somos Velilla se reúnen en un bar, de manera asamblearia. Muy pocos; el desgaste está siendo muy fuerte. Y la supuesta asamblea o está de acuerdo con los concejales o se repite. Hasta tres asambleas hubo que celebrar para que respaldaran la decisión de los concejales de subir el IBI, evitando que los ciudadanos de Velilla pagaran el 18% menos por sus bienes inmuebles. En Leganés funcionan también por asambleas, pero en paralelo está el Círculo de Podemos.
Cuando están en la oposición, como es el caso de Leganemos plantean iniciativas para municipalizar los servicios, promover viviendas sociales y elaborar planes contra la pobreza. Pero donde están en el poder todo esto se difumina. Nada de todo esto ha estado o está en la agenda de Somos Velilla, donde lo más relevante ha sido subir impuestos -incluidos los referidos a los enterramientos en el Cementerio Municipal- y la oposición al macrovertedero de Loeches.