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Podemos ha quemado sus naves

Redacción




Pablo Iglesias, en el debate de la moción de censura. /Foto: RTVE.es.

Enrique de Diego

El debate de la moción de censura -debate solo pues nació perdida: 82 votos a favor, 97 abstenciones, 170 en contra- no lo ha ganado Rajoy pero lo ha perdido Pablo Iglesias. Mariano Rajoy y el PP son Alí Babá y los cuarenta ladrones y Pablo Iglesias y Podemos son Alicia en el país de las maravillas, aunque en una edición ajada, que huele a naftalina. El nivel parlamentario es tan bajo que resulta insufrible, como la sobreactuación de Irene Montero con sus desgastadas ínfulas feminoides. ¿Es la corrupción un efecto del machismo o del heteropatriarcado o de la naturaleza humana? Tan ínfimo que hasta el vapuleo inmisericorde de Rajoy a Pablo Iglesias ha podido brillar en la jornada pragmática y dulzona.

Esta era una moción que llega manifiestamente tarde. Todo lo que han desgranado la pareja peronista Pablo Iglesias-Irene Montero hace totalmente incomprensible que Podemos no apoyara la investidura de Pedro Sánchez, cuando tenía uncido a su carro, quizás a su pesar, a Ciudadanos. Quieran asumirlo o no, Mariano Rajoy está hoy en La Moncloa gracias a Pablo Iglesias y a Podemos, eso inhabilita por completo su discurso y sitúa a ese partido en una crisis irreversible de coherencia. Si el PP es una mafia, y lo es, si la corrupción tiene su sede en Génova 13, aunque tiene asiento en otras sedes y acentos andaluz y catalán, Podemos tenía que haber votado a Pedro Sánchez, sin nada a cambio, para desalojar a Rajoy. No lo hizo y ahora todo tiene el aroma de la esterilidad y el tono de una teleserie con dosis de histeria y lágrimas de cocodrilo.

Podemos, un partido de teleserie con líderes de reality show

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Podemos es un partido de teleserie, con líderes de reality show. Ya se vio en Vista Alegre II, pero la moción de censura ha sido la puntilla. Por de pronto, faltaba en el escenario, en el teatro, como lo definió bien Ana Oramas, Susana Díaz. Esta era una moción de censura contra la fracasada andaluza. Con Pedro Sánchez de retorno Podemos no resiste el efecto demoledor de la obvio: la moción de censura efectiva hubiera sido sacar a Rajoy de La Moncloa, lo demás son cuentos. Podemos percibe que su tiempo ha pasado y necesita protagonismo televisivo, como sea, y dosis convenientes de narcisismo para el ego de Pablo Iglesias, que es la mejor coartada del sistema, el bufón de la corte al que se le permite decir algunas verdades y al que empiezan a no soportar sus errores. Porque acertar en el diagnóstico no legitima las soluciones. Las de Podemos son todas erradas. Ni tan siquiera Pablo Iglesias, en su reality show parlamentario, fue capaz de presentar un programa de gobierno. Pero ¿cómo puede aspirar a gobernar España -¡qué osadía!- alguien que se avergüenza de ser español y sostiene patentes chorradas como que España es una nación de naciones?

El diagnóstico no es de Podemos. Muchos lo hicimos mucho antes. Corrupción, pero ¿qué ha hecho realmente Podemos contra la corrupción? Nada. ¿Cuántas alfombras han levantado al llegar a las instituciones? Ninguna. El marido de Teófila Martínez era el testaferro de Rodrigo Rato, ¿ha hecho algo José María González, Kichi? ¿Sabemos algo del caso Lezo en el Canal de Isabel II gracias a Podemos? ¿Hay alguna denuncia, demanda o querella presentadas por Podemos? Contra la corrupción, Podemos, simplemente, no ha hecho nada. Utilizarla para ocultar su miseria ideológica. El único partido que actuó contra la corrupción fue UPyD y lo pagó muy caro. Lo de Pablo Iglesias y Podemos son juegos florales y fuegos de artificio.

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Podemos ya es pasado. Es un cadáver que deambula por el Congreso diciendo estupideces de la corrección política. Es una amalgama de partidos que se disuelve en su falta de proyecto (en Leganés, a Leganemos le llaman Regañemos con cuatro concejales en el grupo de no adscritos y solo dos manteniéndose en la obediencia). Es un partido antiespañol y destructivo, una engañifa que se desvanece en su insustancial inconsistencia.