Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.
Desde joven, Salvador Dalí fue un amante del cine, sobre todo de Buster Keaton y Charles Chaplin. Cuando conoció a Luis Buñuel realizaron «El perro andaluz» en 1928. Y en 1930 la aún más impactante «La edad de oro» (1930). Puro surrealismo e inspiración evidente para cineastas como David Lynch.
En su aventura americana, Dalí colaboró junto a Alfred Hitchcock y con Walt Disney. Con Hitchcock, Dalí escribió ideas fascinantes para la película con Ingrid Bergman «Recuerda» (1945), pero solo se pudieron filmar unas pocas aunque sugestivas ( los sueños del personaje interpretado por Gregory Peck )
Con Walt Disney comenzó un corto llamado «Destino« en 1945 al estilo de la famosa «Fantasía» pero donde el artista plasmaba todo su ideario artístico y surrealista. Solo se montaron varios segundos pero el estudio lo llegó a completar en 2003.
Hablar de Dalí, ese genio al que algunos fanáticos de la memoria histórica han querido cercenar de los recuerdos públicos – en vano naturalmente – es hablar de fantasía, magia, posesión de la belleza.
En Cadaqués transcurrieron los veranos del artista desde niño. Junto al mar, aprendió a valorar la luz de los días soleados, las noches pálidas de luna… y la poesía de la luz crepuscular .
Y recordar a Dalí supone también dibujar la influencia de Gala.
Ambos compartieron una fascinación física que abría las puertas de nuevos mundos inexplorados. A él le atraía algo más que el físico y los ojos de ella. Era – por así decir – «la otra parte de sí mismo«, su alma gemela, la persona cuya llegada siempre había presentido desde que en la Escuela Laica del señor Trayter, viera la fotografía de una niña rusa, montada en un trineo, perseguida por lobos y envuelta en un abrigo de piel blanca de oso.
En 1929 Gala y Dalí se conocieron, ella estaba casada con el surrealista Paul Eluard. El artista escribiría en su libro de memorias,Vida secreta: «Estaba destinada a ser mi Gradiva (este nombre proviene del título de una novela de W. Jensen, cuyo personaje principal es Sigmund Freud; Gradiva es la heroína y lleva a cabo la cura psicológica del protagonista), la que avanza, mi victoria, mi esposa».
En otra pintura viva, «Gala y el angelus de Millet precediendo la llegada inminente de las anamorfosis cónicas«; la parte superior del cuadro reproduce la famosa tela de Millet, mientras que la imagen de Gala sonríe a la vista de un cubo. El misterio del Angelus – con el secreto escondido bajo la tierra que Dalí descubrió – acaricia la imagen andrógina de una figura inspirada en Gala , vigilante inmóvil de lo que en el lienzo acontece ante sus ojos asombrados .
En 1958, Dalí y Gala se casan en el santuario de Els Àngles, cerca de Gerona. A partir de entonces solían pasar los veranos en Port Lligat, los otoños en París y los inviernos en Nueva York.
Empieza el mito de Gala, nace la musa; madre, Eva, Elena, bruja, adivina, y así se convierte en el eje de la vida del hombre. Es cierto que no fue la única modelo y musa de inspiración del artista, aunque sí la más esencial, la que enmarcó el escenario fundamental de su vida. Sin embargo en los años cincuenta conoció a otra mujer de aspecto andrógino y voz grave llamada Amanda Lear. Modelo, cantante pop, comediante, animadora y pintora, fue a un tiempo musa, discípula y amiga – o tal vez amante – cercana del maestro de Cadaqués, siempre bajo la mirada cómplice y vigilante Gala
Amanda compartió con Gala y Dalí los veranos en su residencia de Cadaqués en Cataluña y los acompañó en sus viajes a Barcelona, Madrid, New York y París. La casa que poseía en el sur de Francia cerca de Avignon, fue diseñada por Dalí y acogía numerosas obras del genio .
Una de la colecciones más populares sería La Venus Aux Fourrures : dieciséis litografías de Salvador Dalí sobre su famosa pintura, para las cuales posó Amanda Lear. La muestra se completaba con una serie de fotografías artísticas : Le Dali d Amanda Lear y Le Dali de Yul Brynner realizada al alimón con el célebre actor protagonista de Los Diez Mandamientos – junto a Charlton Heston – , Los siete magníficos , Salomón y la Reina de Saba, Taras Bulba y El rey y yo.
Eterno Dalí, eterna creación. Su obra inabarcable se encuentra entre los grandes prodigios artísticos del siglo XX.
“El espasmo lo sentía venir con una fuerza inextinguible nacida en lo más profundo de mi ser. De mí surgía un grito que hubiera podido romper la terrible tensión que me sacudía, pero moría en mi garganta y solo se traducía con una contracción de todo el rostro (….) Con el cuerpo doblado , caía de rodillas y me derrumbaba en el suelo, al límite de mis fuerzas, intentando recuperar al respiración, hosco, presa de las convulsiones, tembloroso (…) Estos excesos podrían durar quince o veinte minutos , hasta el agotamiento de mis fuerzas “.