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«Solo los ricos pueden permitirse no tener Patria»

Redacción




Bandera de España. /Foto: banderas-mundo.es.

Editorial

El identitarismo no es una escisión del PP. No puede ser la engañifa de nostálgicos del PP auténtico. Por esa senda no se avanza, se retrocede y se transita por los senderos estériles de la disidencia controlada. El PP es una mafia y quien ha pertenecido a él teniendo cualquier puesto de responsabilidad ha participado por comisión o por omisión; carece de autoridad moral para la regeneración patriótica, está inhabilitado.

Tampoco la base electoral del PP es idónea, degradada por el permanente uso del degradante mal menor y en el que con tanta frecuencia se da el descomprometido patriotismo de pulsera. No es en las urbanizaciones de lujo, desde la comodidad estética de la inmoral corrección política, ni en los barrios céntricos pudientes, donde prenderá y echará raíces el identitarismo salvador.

Es por ello por lo que la mutación identitaria de Vox ha fracasado, incluso como salvación económica para unos cuantos políticos profesionales de la política, viejos prematuros, o aspirantes a serlo.

Percibimos en Rambla Libre con simde patía la estrategia de Respeto España2000 que ha echado raíces en el Corredor del Henares. O la de la renovada Plataforma por Cataluña plantando gallarda cara a la impuesta islamización de los barrios populares de Barcelona.

Con razón de visionario, Ramiro Ledesma Ramos sentenció que «solo los ricos pueden permitirse no tener Patria». Una reflexión que ilumina frente a las fuerzas disgregadoras del globalismo.

Son nuestros barrios y nuestras ciudades periféricas, industriales y obreros que ascendieron a clase media y hoy se ven abocados a una degradación inmisericorde en múltiples frentes, donde se encuentra el humus donde puede germinar y germinará el regenerador movimiento identitario español.

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Son esas gentes depredadas por las élites, sometidas al conflictivo proceso de ingeniería social del multiculturalismo, a la competencia gravosa de la inmigración subvencionada, a la confiscación de sus haciendas, a la aparición de mafias extranjeras que invaden sus casas, las que están esperando un mensaje de orden, ley y Patria.

No son las Sicav, con las que hay que acabar, ni los depredadores fondos buitre, a los que hay que erradicar, factores de progreso sino de esquilmación y vejación. Es ese capitalismo salvaje que ora se viste de conservadurismo corrupto ora de liberalismo depredador ora de socialdemocracia expoliadora, el que hay que combatir, el enemigo del identitarismo triunfante que se avizora en la  esperanzadora primavera tras este gélido invierno de las avariciosas élites.