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La dictadura mediática perfecta: Víctimas sin rostro ni nombre

Redacción




Georgina Callander, víctima del atentado, en un selfie con Ariana Grande.

Enrique de Diego

No deja de asombrarme la férrea dictadura mediática que nos oprime y manipula. Hemos de suponer que vivimos en sociedades libres, pero empiezo a pensar que esto es mentira. En los totalitarismos sin hipocresía solo hay una versión y no hay otra verdad que la oficial. Dicen que estamos en la postverdad y aquí funcionan consignas muy estrictas que nadie se salta, de forma que es la dictadura mediática perfecta por cuanto juega a la ficción de que los medios son libres. Y esa dictadura funciona en los medios tradicionales y de forma mimética en internet.

La tupida red de la postverdad, de la estricta mentira para desarmar a la sociedad al servicio de unos pocos multimillonarios senectos sin moral, como George Soros, y de una caterva de políticos traidores que están llevando a las sociedades occidentales al suicidio multicultural, empieza por la semántica. Se inicia la información policial hablando de “incidente”, ¡referido a una masacre de 29 personas, la mayoría niños y adolescentes! Nunca se cita musulmán en relación con el asesino; terrorista, suicida, yihadista, integrista, nunca musulmán.

Se han superado aquellas etapas del “islam es la paz” y de los “trastornos mentales” (el islamismo produce inevitablemente mentalidades enfermas), pero hay una consigna que está funcionando de manera implacable: no se ofrece una sola imagen de las víctimas.

Safie Rose, de 8 años, víctima del islamismo.

Son víctimas sin rostro y sin nombre. No se ofrecen cadáveres, por supuesto. ¿Ello sería vejación a las víctimas? Decenas de miles de medios, centenares de miles de fotógrafos, cámaras, y ni un solo cadáver; el mundo de los móviles y los selfies y nada. Y ni una imagen de féretros, ni de funerales.

Los supervivientes narran el terror, su reacción ante la explosión, como si se tratara de un terremoto o algo similar, un accidente, pero nunca se entrevista a los familiares de las víctimas, de la que nada sabemos.

Y toda esta ficción suicida que trata de camuflar el terror, de edulcorarlo, es mantenida por todos los medios de todas las tendencias en una dictadura mediática perfecta como antes no se ha conocido otra igual, pues se ejerce en nombre de la libertad y la democracia.

Rambla Libre rompe esa dictadura mediática.