Enrique de Diego
Es obvio que el secretario general del PSOE conveniente para Rajoy era Susana Díaz, representante del statu quo, teledirigida por Felipe González y llamada a administrar la abstención en la investidura dictada por la Gestora, en la que su puso era determinante. Susana Díaz era el seguro para una legislatura tranquila para Rajoy.
Rajoy ha perdido las primarias y el horizonte pasa a complicarse sobremanera. Sin mayoría absoluta, el lema de Pedro Sánchez es el no es no, y el PP deja de tener asegurada la permanencia en el Gobierno. Hay varias combinaciones aritméticas que desalojarían a Rajoy de La Moncloa: PSOE-Podemos-Ciudadanos y PSOE-Podemos-separatistas.
A la espera de acontecimientos, Pedro Sánchez está obligado a hacer todo lo políticamente posible para echar a Mariano de la presidencia del Gobierno y para complicarle la vida política al máximo. Quedan tiempos por pasar, como el Congreso socialista, en el que el derrotado aparato tiene más capacidad de maniobra, pero no es descartable que esta sea una legislatura corta.
La resurrección política de Pedro Sánchez pone también en evidencia a Ciudadanos, al que obligará a marcar mayores distancias del PP, salvo que esté dispuesto a asumir el desgaste por la corrupción que va aflorando.
Desde la distancia ideológica, es impresionante lo conseguido por Pedro Sánchez: dos campañas, la primera sin apoyo de su partido, la segunda con continuas zancadillas de su partido, un golpe de partido inmisericorde, un linchamiento mediático generalizado, sin apoyo alguno. Pedro Sánchez era la única oportunidad para la supervivencia del PSOE. Así lo ha entendido la militancia, que quiere una oposición dura contra Mariano Rajoy, jefe de esa mafia que se denomina Partido Popular.