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Germán Yanke, víctima de la intolerancia liberal

Redacción




Germán Yanke.

Enrique de Diego

Pasan los días y parece mentira que se nos haya ido Germán Yanke. Tengo grabada en la memoria la imagen afable de Germán Yanke con su sempiterna media sonrisa, siempre pronto al mejor sentido del humor, propio de una inteligencia cultivada a fuer de lecturas digeridas.

Cuando empecé a tratarlo en el Bilbao en los años más duros del terrorismo etarra me sorprendió el respeto que levantaba y la cantidad de amigos que tenía de todo el espectro ideológico. Gozaba de dos corrientes fluidas para las relaciones personales: el amor a la cultura y al arte y el mejor talante liberal. Germán Yanke respetaba a las personas de una manera natural, aunque no estuviera de acuerdo con sus ideas.

Aunque Yanke es un apellido de origen checo, y si bien Germán era muy vasco o mejor muy bilbaíno, que es manera específica, tenía un punto británico tanto en su dandismo como en su capacidad inmensa e instintiva para la ironía.

Era un periodista vocacional que había descubierto esa pasión –“el periodismo es un sacerdocio, las veinticuatro horas del día”- en el “club de prensa” del Colegio Gaztelueta, donde cursó el bachillerato. “Siempre he pensado que no tenía otra cosa que hacer en la vida más que periodismo”.

«He trabajado en un periódico, he dirigido una revista… Estoy contento. Algunos dirán ‘y a ti, cuando te conocen, te acaban echando de los sitios’. También puede ser», ironizaba Yanke, uno de esos raros tertulianos que atesoraba gran bagaje intelectual. Publicó cuatro poemarios, varios ensayos políticos y otros sobre poesía española del siglo XX y Bilbao. Dirigió la revista ‘Pérgola’, editó ‘Viaje al País Vasco’ de Sten­dhal, fue biógrafo de Blas de Otero y fundó el Centro de Documentación Unamuno, autor al que dedicó numerosos escritos. Miembro de la Sociedad de Estudios Vascos, perteneció asimismo al grupo que reconstituyó en la capital vizcaína la histórica Sociedad El Sitio.

Germán Yanke nunca era hiriente, nunca hacía daño –y menos consciente- a las personas. Tuvo su etapa estelar en el Diario de la Noche de Telemadrid, un informativo de autor al estilo anglosajón que dio prestigio a esa cadena y le ganó el respeto de los profesionales y el cariño de una audiencia creciente.

Me consta que Germán Yanke tuvo en mucha estima a Esperanza Aguirre y enorme simpatía por Federico Jiménez Losantos. Por eso es tan dolorosa la escena en la que una prepotente hasta la náusea Esperanza Aguirre lo destituyó en directo, de una manera injusta. Porque Germán Yanke, que era muy emotivo, muy afable y muy racional, nunca fue ni iba a ser servil ni lacayo.

Yanke no se plegó a aquella estupidez histérica de estricta barbarie de la conspiranoia sobre el 11-M propalada por Jiménez Losantos y avalada y financiada por esa política que no se enteraba de nada y cuyas pituitarias no alcanzaron a oler el putrefacto hedor a corrupción que la rodeaba. Yanke no había sido un crítico de Esperanza Aguirre, simplemente mantuvo su independencia de criterio y no se rindió a las consignas. Fue víctima de la intolerancia del liberalismo egipcio. Esa persecución de los suyos, de personas a las que apreciaba, le hizo mucho daño.