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Ramón de Campoamor: La verdad y la mentira

Redacción




Ramón de Campoamor. /Foto: trianarts.com.

Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.

Al oponer el lenguaje de la calle al enrarecido lenguaje de la poesía: de su tiempo, Campoamor se comporta, aunque hoy no lo parezca, como un audaz innovador. Por su uso de la ironía, por sus deliberadas fijaciones en lo vulgar, es cronológicamente el primer «antipoeta» de la lengua española: un negador de mitos.

ANGEL GONZALEZ

En 2017 se cumple el centenario de uno de los grandes poetas en lengua española, Ramón de Campoamor y Campoosorio , tal vez el más célebre de su tiempo, luego denostado y olvidado y en los últimos años reivindicado por figuras de la talla de Luis Cernuda, Angel González o Luis Alberto de Cuenca.

Campoamor nació en Asturias el 24 de septiembre de 1817. Huérfano muy pronto de padre, fue educado por su madre durante su infancia, que pasó en su tierra natal. Cursó Latín y Filosofía. Y más tarde Lógica y Matemáticas. Desde pequeño sintió pasión por la literatura.   Sus primeras obras fueron un tomo de Fábulas y otros dos titulados Ternezas y flores (1840) y Ayes del alma (1842). Por ellos sería llamado el «poeta de las damas. Durante muchos años – sin embargo – no solo las damas sino el pueblo llano aprendió de memoria muchas estrofas de sus versos, desde El Gaitero de Gijón hasta Quien supiera escribir, pasando por sus Humoradas o ese poema narrativo mítico e inolvidable que es El tren expreso . Del que – por cierto – llegó a filmarse una adaptación cinematográfica, nada menos : una producción de 1955 dirigida por León Klimowsky y protagonizada por Jorge Mistral , Laura Hidalgo , Juan Calvo y Evangelina Elizondo .

 

El argumento completa y desarrolla la narración del poema :

Un famoso pianista, al borde de un colapso nervioso, decide tomar unas vacaciones. En el tren encuentra una bella y joven viuda, destruida por un matrimonio desgraciado. Ella trata de suicidarse, cosa que le impide el pianista. Bajan en una parada en un bello pueblecito y pierden el tren. Surge un idilio de dos días. Las leyendas locales y pequeños incidentes auguran tragedia. Los enamorados, antes de contraer matrimonio, deciden poner a prueba su romance con un plazo de tres meses. Se citan para una fecha antes de la cual deciden, sin conocimiento mutuo, reunirse de nuevo. Se cruzan en el camino pero no se encuentran. Cuando en la fecha convenida él va a buscarla, encuentra que ella ha muerto un mes atrás dejándole una carta de despedida.

Cánovas del Castillo le nombró en 1875 director general de Beneficencia y Sanidad (cesó en 1878 para ascender a Consejero de Estado). Después sería diputado y senador por diversas provincias, y entre 1883 y 1884 ejerció como director de la sección de Literatura del Ateneo madrileño . Una vida activa hasta casi el momento de su muerte en febrero de 1901 con casi ochenta y cuatro años.

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Poeta, político, desencantado y a la vez post romántico, Campoamor continúa fascinando por sus versos ligeros, el encanto de sus temas solo en apariencia antiguos pero cuyo corazón sigue latiendo en cada poema. A la altura de 2017 en un mundo que se quiere globalizar intentado arrancar la raíz y la personalidad , en un escenario donde la corrupción , la mediocridad y la ausencia de verdad ( post verdad para los cursis ) hay una composición del escritor que retrata de forma adivinatoria la dualidad del moderno universo . ¿Cuál mentirá de los dos ¿ . el cinismo, la virtud ¿. Sin duda habrá que elegir entre una de las dos linternas . Muchas citas repiten y copian el verso más famoso ( en este mundo traidor…) pero ahora merece la pena reproducir aquí el poema integro para solaz y reflexión de todos. 

LAS DOS LINTERNAS

I

De Diógenes compré un día  la linterna a un mercader;  distan la suya y la mía  cuanto hay de ser a no ser.  Blanca la mía parece;  la suya parece negra;  la de él todo lo entristece;  la mía todo lo alegra.  Y es que en el mundo traidor  nada hay verdad ni mentira;  todo es según el color  del cristal con que se mira.

II

– Con mi linterna – él decía-  no hallo un hombre entre los seres-.  ¡Y yo que hallo con la mía  hombres hasta en las mujeres!  él llamó, siempre implacable,  fe y virtud teniendo en poco,  a Alejandro, un miserable,  y al gran Sócrates, un loco.  Y yo ¡crédulo! entretanto,  cuando mi linterna empleo,  miro aquí, y encuentro un santo,  miro allá, y un mártir veo.  ¡Sí! mientras la multitud  sacrifica con paciencia  la dicha por la virtud  y por la fe la existencia,  para él virtud fue simpleza,  el más puro amor escoria,  vana ilusión la grandeza,  y una necedad la gloria.  ¡Diógenes! Mientras tu celo  sólo encuentra sin fortuna,  en Esparta algún chicuelo  y hombres en parte ninguna,  yo te juro por mi nombre  que, con sufrir al nacer,  es un héroe cualquier hombre,  y un ángel toda mujer.

III

Como al revés contemplamos  yo y él las obras de Dios,  Diógenes o yo engañamos.  ¿Cuál mentirá de los dos?  ¿Quién es en pintar más fiel  las obras que Dios creó?  El cinismo dirá que él;  la virtud dirá que yo.  Y es que en el mundo traidor  nada hay verdad ni mentira:  todo es según el color  del cristal con que se mira.

RAMÓN DE CAMPOAMOR