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Los Sorprano

Redacción




Jordi Pujol y Marta Ferruosa. /Foto: lavanguardia.com.

Edu Morato. Abogado. Presidente de pasionporespaña.es

No, no es una errata. Los Sorprano en España son el clan Pujolone. Los Soprano fue una serie sobre el mafioso Tony Soprano, más o menos interesante, según gustos, pero los Sorprano de esta España nuestra, superan todas nuestras expectativas, reconvertidos en una suerte de “santa congregación del tres per cent ”.

Aquí tenemos a los Sorprano desde que la mamma Marta Ferrusola por una voz interior que siente, ha renacido en “sor” María de la Santa Pela, instruyendo al prior del banco andorrano BPA (ahora BPA) para traspasar dos “«misales»” a la biblioteca del capellán, o sea, pasar dos kilos de pelas de su cuenta a otra de su hijo, Jordi Pujol Jr, como en la serie Dallas.

Si el genial director Luis García Berlanga viviera, nos legaría una maravillosa trilogía al modo de La escopeta Nacional, Patrimonio Nacional y Nacional III sobre este ominoso, pero al tiempo entrañable y divertido, clan, que tiene el dinero por castigo.

Hoy en día, Cataluña no sólo exporta el golpismo rojo-secesionista a nuestra costa. También es una alumna aplicada en el cumplimento de la sionista agenda del Nuevo Orden Mundial (homosexualismo, ideología de género, multiculturalismo y multirracialidad), pero por encima de todo, en donde se sale, es en los tejemanejes del Clan Pujolone, devenido en los Sorprano y toda la órbita nacionalista.

Dado que Berlanga no podrá dirijir ninguna película ya, les propongo tres evocadoras escenas tragicómicas que les harán reir o llorar, según tengan el momento.

Escena 1: Pujol despachando con el juez por los tejemanejes de los «misales»:

No podemos equiparar al capo di capi Pujol, con el hilarante, caradura y e irresponsable marqués de Legineche encarnado por el también fallecido Luis Escobar, marqués de las Marismas y no es de coña.

No obstante, el capo di capi, tiene también su gracia, y así, Jordi Pujol, artista en el descuido ajeno, afirmaría, sin sonrojo alguno ante el juez, que no ha robado nada. Que lo está pasando mal sin la paga de jubilata a lo grande como molt honorable. Que todo es un mal entendido y que no sólo no debiera de estar investigado, sino que a quien hay que investigar es todos los presidentes de gobierno que ha tenido España por la maldad de España con Cataluña.

Al final este viejo truhán convencería al juez de su buena obra, consistente en la redistribución de la riqueza en favor de su amada Cataluña y por su “famiglia” y en último extremo todo fue un plan ideado por “il consigliere” Florencio Pujol, su santo padre, banquero y ladrón de guante blanco en el mercado de divisas y aliado, ad eternum, por la omertá, la ley del silencio.

Es casi seguro que evocaría hasta la cuitas que Pujol tenía con Adelina (y quizá más allá de las derivadas como agente comercial de aquél por las bondades adivinatorias de ésta y como cliente), quien tras someterle a una purificadora ceremonia tras arrojarle agua bendita, verle retorcerse y sacarle los demonios de llevaba dentro le anunció la buena nueva de que Cataluña sería independiente a no tardar y que se fuera preparando en tanto que pasta iban a necesitar.

Escena 2: El cumpleaños de la matriarca Ferrusola o “sor” María de la Santa Pela:

¿Se acuerdan de la autoreputada “viuda” del marqués de Leguineche, la condesa de Santagón, protagonizada por la ya desaparecida cómica Mary Santpere, encamada en el Palacio de Linares en Madrid, mientras veía pasar los días flirteando con su mayordomo, Goyo, al tiempo que de vez en cuando sacaba la escopeta a pasear por los lios de faldas del señor marqués?

Pues bien, y salvando distancias, esta escena sólo puede ser protagonizada por la mamma, la dona Marta Ferrusola, esposa fiel a pesar de las infidelidades de su marido (que tuvieron que ser muchas a juzgar por la numerosa prole) por que el robar une mucho y la pela es la pela, pero ante todo, pasará a la historia por ser una ama de casa con una clara vocación religiosa hasta el punto de autocalificarse como “sor”, pero “sor” María de la Santa Pela de la “santa congregación del tres per cent”.

Imagínenla con bata de satén y plumas de marabú del mismo color, camisón a juego y zapatillas doradas (a modo de invocación de la pela) despachando con su “mosén” (banquero andorrano) sobre los “»misales»” del “monasterio” del clan Pujolone y controlar adecuadamente las entradas y salidas de éstos, dónde colocarlos y lo más importante, dónde podían encontrarlos los monjes de la congregación, su progenie y especialmente su primogénito (Jordi Pujol Jr) a fin de que, a voluntad, los colocaran en otras bibliotecas de otras “iglesias” en paraísos fiscales, eso sí, que allí la evangelización hace mucha falta y el dinero, pues no digamos por éso de que dinero llama a dinero.

El momento cumbre de la escena, por ejemplo, sería el momento en que acude toda la “famiglia” para felicitar a la dona. Una dona que ha contribuido a hacer de Cataluña una “nación” próspera en miseria, motivo por el cual, en un intento de reconciliarse con el Creador, ha impuesto una nueva moneda, el misal, y un nuevo tipo de cambio, (un misal, un millón de pelas, tomando como referencia la peseta, moneda, otrora, de su odiada España).

En ese contexto, no podría soslayarse una ceremonia cumbre y la onomástica (que siempre tiene algo de onanismo)de “sor” María de la Pela, al que asistirían todos sus vástagos con sus respectivas, y por supuesto, el padrino, su hombre, Jordi Pujol y siempre que la bruja Adelina no le tuviera ocupado en exorcismos o en otras pasiones, más bajas aún.

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Podemos imaginarla en ese inmenso lecho ya sólo ocupado por ella (a su pesar) con todo lo larga que es, y de veras que es muy larga, departiendo con sus vástagos, instruyéndoles en la alta misión que Dios les ha encomendado, que no es otra que la de redistribuir la riqueza de España para Cataluña, al tiempo que haciendo gala de un hiriente sarcasmo, afea a todos y cada uno de ellos sus reprochables conductas mundanas, animándoles a seguirse sacrificando por Cataluña, a fin de santificarse.

La escena no puede estar completa si “sor” María de la Pela no tiene una visión del devenir de su patrimonio y de su “nación” catalana, que ambas cuestiones son parejas a lo que se ve.

Esa visión no sería más que una revelación transmitada a sus hijos que no es otra que “nuestros enemigos y los de Cataluña están dentro, es decir, en España”.

También podemos intuir en ella un gesto de generosidad propio de la mamma, que ya con una edad, sabe que rendirá pronto cuentas ante Dios. Ese gesto no puede ser otro que distribuir unos «misales» entre sus “figlios” para la salvación de su economía y sobretodo, de su alma.

Igualmente podemos imaginarla invitándoles a brindar con una copa de champán de Extremadura (el cava catalán tuvo una mala cosecha), todo debidamente aderezado con los sagrados venenos que animan el “ansiaviva” del trinque y el “antiespañolismo” mientras el padrino Jordi, pensaría en cómo engañar a Adelina, para conseguir un bono de sesiones purificadoras a coste cero, porque la pela es la pela.

Y tras brindar por la “famiglia”, nada mejor que servir, hasta reventar (que antes de que se los coma otro que los coman ellos) unos catanies, cocas, carquinyollis, panelets (propio del día de difuntos, por si acaso), tortells y cómo no, después, una exquisita crema catalana (como la que se han montado), para cerrar con un mel y mató (por si acaso) y por si acaso, sales de frutas con agua de Vichy, con media docena de bacinillas cerca, por si acaso.

Pero si el cumpleaños de la mamma es un acontecimiento para la famiglia, no debe serlo menos para el servicio, pues no siempre se tiene el privilegio de servir a una suerte de clan mafioso / congregación criminal, a elección del lector.

Escena 3: Los criados celebran en el patio (por supuesto) la onomástica del mamma:

Imaginémosles en el patio de luces del apartamento ocupado por el padrino y la mamma. Veámosles borrachos de entusiasmo por haber esquivado la dona un años más a la muerte y lo más importante, por seguir ahí, echando un pulso con su esposo de toda la vida (y antes amante).

Estoy seguro que no faltaría de nada a esos sirvientes de esos divertidos desalmados que asistían, tensos, a ese cumpleaños de la dona, no menos desalmada.

Y así, como hay clases y clases sólo podría correr la sidra asturiana (el champán de toda la vida o el cava, como prefieran, es para el clan) pero eso sí, por paléts, pero por paléts de botellas caducadas, gentileza de un empresario asturiano de antaño, ya retirado y que vendió la fábrica a unos chinos, a los que engañó como tales.

En consonancia con ese carísimo caldo sidril, sólo podría aderezarse con las las tartas y los brazos de gitano, todo ello debidamente descongelado, del Mercadona, y por supuesto, a cuenta de la “signora”, debidamente descontado del sueldo de los criados del mes siguiente.

Entre esos criados bien podrían estar gente como Puigdemont (con un supermocho de fregona a modo de reciente implante capilar que se acopló en una reputada clínica capilar del barrio de Vallecas, parte del extrarradio de Cataluña y que provoca auténtico pasmo); Mas (ensimismado en su propia frustacción por no estar arriba, con la famiglia y en que ya no está en forma ni con su señora por mucha viagra que se inyecte en vena); Junqueras y Tardá, a cual más tragón y bajo un estricto régimen de engorde para San Martín o Navidad (a elegir), engullendo brazos de gitano a modo de aperitivo, y sin descongelar, como si después fuera a venir el resto del cuerpo del gitanillo, mientras comentan lo que ha ido sisando a la dona en lo que iba de temporada, y que todo sea por Cataluña; Rufián, acojngojado en un rincón ante el ardoroso bombardeo amoroso al que le sometía Colau, excepcional sirvienta que preparaba las mejores croquetas y empanadillas en esa “bendita” casa, en tanto no había apodido diversificarse en otras artes culinarias al haber perdido media vida pleiteando con su banco para a la postre, tener que vender su modesto apartamento para pagar a su abogado y colocarse donde pudo.

Pero esa celebración, también habría de ser un día de puertas abiertas al pueblo (o populacho para el clan) nutriéndose la escena con la asistencia de otros conocidos, amigos y vecinos.

Colau, y por sugerencia de otra sirvienta en Madrid, una tal Carmena (ya mayor y pero con un novio alemán apellidado Alzheimer), había invitado a otros colegas sirvientes ,uniéndose a la popular fiesta.

Y así, aparecieron Sánchez Mato y Celia Mayer, caídos en desgracia en Madrid, y teniendo que emigar a Barcelona, intentando buscar recomendación de alguna casa en la que servir, mientras disfrutaban de su romance (y de los pocos dineros de Madrid), fruto del cual, la sirvienta esperaba un bebito que dicen los inmigrantes sudamericanos, con pilila y todo, que no estaba dispuesta a perder, contraviniendo sus profundas convicciones proabortistas y contrarias al fálico heteropatriarcado. El aspecto de ambos, para esta escena, debiera ser el de unos charnegos desmejorados, quizás por causa de la birra y los canutos que diría Sabina, pero en fin, quizás la caracterización fuera innecesaria, según tengan el día.

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También acudieron a la fiesta unos renombrados sirvientes, Echenique y Pisarelo, dos famélicos inmigrantes argentinos (trabajadores como sólo lo saben ser los argentinos) que malvivían como criados malpagados en “B”, en otras casas de otros notables familias del más rancio abolengo de la burguesía catalana trincona, con una historia heroica tras de sí.

Se dice de Echenique que fue un piloto de caza en la guerra de Las Malvinas, herido en combate, y que adquirió la condición veterano de guerra, que no se tradujo en una pensión digna por lo que hubo de emigrar a España para buscarse el porvenir.

En el caso de Pisarelo, la cosa fue peor pues como constitucionalista argentino caído en desgracia, vino a vengarse de ello a España para hacerla más desgraciada aún y conducir el golpista procés catalá conspirando, como se debe conspirar, con luz y taquígrafos ante un pueblo como el español, imbécil y aborregado, pero que por irse de tiempos y no ocultar su excesiva inquina ante España, fue devuelto a su sitio, el de los oprimidos hoy a los que no les importaría ser opresores mañana.

Esa fiesta protagonizada por el vulgo, no podría estar completa sin la presencia de un mosén como Dios manda.

En la trilogía de Berlanga tal papel es encarnado por el inconmensurable cómico ya fallecido, Agustín González.

Pues bien, este mosén tendría que mostrarse poseído por los demonios del entusiástico nacionalismo catalán (al tiempo que refractario al homosexualismo) y más siendo confesor particular de la mamma y sacerdote encargado de impartir los santos sacramentos a ese clan de trincones, al tiempo que, tras perder la cabeza, les catequizaría para perseverar y profundizar en pecados capitales como la avaricia y la codicia, en un ejercicio sólo disculpable por su mala “chola”.

Ver y oir al mosén (dicen que antiguo seminarista de un conocido monasterio trufado por el lobby gay) en ese patio de luces, sermoneando a los criados y afeándoles sus pecaminosas conductas, al tiempo que lanzaba consignas catalanistas, mientras se metía entre pecho y espalda un palé de sidra y unas cuantas tartas, incluso sin descongelar, es una experencia profana inenarrable.

Estaca, estaca es lo que merecen estos españolistas, diría con el vigor que le caracterizaba en sus homilías.

No menos intersantes serían aquellos momentos en los que la dona imprecaría la presencia del mosén para el sacramento de la confesión, al verse morir, tras atiborrarse de pasteles de fresa y nata y crema de orujo, con orinal a sus pies, para aliviar su alma ante tanto tejemaneje de “»misales»”.

Quizás pudiéramos darle un mayor punto tragicómico invocando el alma de Federico Fellini, y podríamos adornar ese patio con la presencia de una tabaquera ambulante de grandes pechos, como en “Amarcord” con Maria Antonietta Beluzzi, y con una diva, metida a mujer de fortuna, a lo Anita Ekberg, pero claro, echaríamos de menos a un Marcello Mastroianni que se prendara de Anita, en un mal remake de La dolce vita, y quizás la calidez del momento, producto del alcohol, subiera de tono en cualquier recodo oscuro de ese patio (y para éso tendría que acudir a consultar a mi amiga Martita, experta cinéfila que dejaría en pañales a Carlos Pumares para que aconsejara lo oportuno).

Pues bien, en esta suerte de epifanía profana de lo grotesto, donde la vida y la muerte, la risa y el llanto, y la alegria y la tristeza se funden, es donde Berlanga, con su buena mano, hubiera dirijido a todos estos mangantes con la maestría que le caracterizaba, para manifestarnos un cuadro costumbrista y coral que superaría su trilogía.

Ahora bien, lo que es evidente es que ni “sor” María de la Santa Pela podrá devolvernos a estos actorazos.

No obstante, pensándolo bien, tal vez un trío amoroso entre Junqueras, Tardá y la sobradamente generosa Beluzzi quizás tendría su aquél, en tanto que la Ekberg, con su categoría, podería y estilo, sólo podría ser de Mastroianni.

Pero basta de cómicas pesadillas. ¡ Despierten !. Berlanga y Fellini, ya no están aquí para ello y muy a mi pesar, éso sí. No obstante, tomen nota, sientan y disfruten cómo los Sorprano de este clan mafioso / congregración criminal nos roban y cómo y cuánto se rien delante de nuestras propias narices y no tanto por lo robado, como por lo que aún queda por robar.

Si esta sátira sirviera como inicio para un guión de una trilogía tragicómica, pueden copiar y pegar a discrección, sin rencor y sin mala leche y con todo el cariño y el sarcasmo puesto aquí, si no más.

La moraleja está clara: las formas, el tiempo y las situaciones cambian, pero la esencia no, y cuando se tiene el dinero por castigo (en esta ocasión los Sorprano) se convierten en objeto de sátira.

¡Que corra la fiesta y que no se rompa la noche y que por nuestra desidia y nuestro “acongojamiento”, nos lo merecemos!