Luis Bru
Todos los periodistas –comunicadores, tertulianos y demás fauna lacaya- de forma unánime han respirado aliviados por el primer puesto de Macron; tan aliviados como Jean Claude Juncker. Todas las primeras intervenciones postelectorales han venido precedidas por carreras histéricas para mostrar el mayor asco del mundo hacia Marine Le Pen y el Frente Nacional. Se ha pasado de la criminalización del populismo –cajón de sastre que tiende a usarse contra Podemos- directamente al fascismo, aunque no hay nada de fascismo en el discurso de Marine, ni partido único, ni corporaciones, ni pulsiones imperialistas, sino reivindicación de la laicidad, el imperio de la Ley –contra la sharia, por ejemplo- y los valores republicanos.
En esta unanimidad si hay un componente de fascismo, tal y como ellos utilizan el término, sin ningún rigor intelectual, pues manifiesta un pensamiento único, una consigna y una falta elemental de capacidad de análisis, pues ninguno es capaz de aproximarse con racionalidad al fenómeno Le Pen, más allá del simple anatema para lerdos.
En esta carrera para hacer digerible el bluff Macron se están escribiendo cosas sensibleras y delirantes sobre Brigitte Torgneux, quien, al parecer, supera en belleza a Brigitte Bardot. Incluso se afirma sin rubor que es romántica la historia de Emmanuel y Brigitte cuando es más bien sórdido lo del lío entre el alumno adolescente y la profesora, madre de tres hijos y abuela de siete nietos, con ciertos aromas de pederastia. Pero cuando el sistema está en peligro todo vale. Y el sistema está en peligro.