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Puigdemont, cada vez más patético

Redacción




Carles Puigdemont. /Foto: gurusblog.com.

Miguel Sempere

La pretensión de Carles Puigdemont de celebrar un referéndum sobre la independencia de Cataluña parece cada día más un despropósito, llamado a naufragar en el ridículo. El mundo tiene ahora mismo suficientes problemas de enjundia para que la independencia de Cataluña pueda ser incluso tomada en serio.

También España y, dentro de ella, Cataluña tienen suficientes problemas como para que resulte interesante crearse más. No existe en Cataluña la “comunidad moral” necesaria para que pueda invocarse el conflictivo y deletéreo derecho de autodeterminación, propio de los procesos de descolonización y nadie en su sano juicio puede creerse que Cataluña es una colonia invadida por los españoles. Es un despropósito de tal calibre que las rondas internacionales –dos en Estados Unidos en las últimas semanas- se cuentan por fracasos y alcanzan el nivel de payasadas.

Ni tan siquiera existe una unidad de criterio entre las fuerzas independentistas. No es posible la gobernabilidad de Cataluña el día después con la CUP. Puede haber afinidad en el modelo de Estado pero no hay ninguna en el modelo de sociedad. Incluso parece que Carmen Forcadell está por no repetir en las listas, ninguneada en lo que parece una carrera de protagonismos sin un liderazgo aglutinador. Carles Puigdemont no da la talla y el secesionismo tiene un componente de huida hacia adelante para tapar los numerosos escándalos del 3%, Liceo, famiglia Pujol.

Es obvio que la nota de la Embajada de los Estados Unidos ha sido solicitada por el Gobierno de España. El debate planteado por la Generalitat “es un asunto interno de España”; es decir, que Cataluña es España y a nadie le interesa que se abran más costuras en una Europa atormentada. Además, el Gobierno de los Estados Unidos “está profundamente comprometido en mantener la relación con una España fuerte y unida”. Lo que es esperpéntica es la respuesta de la Generalitat, que considera la nota una demostración de “que el caso catalán forma parte de la agenda política de los estados”. Eso merece entrar en la antología del disparate o en las páginas del tebeo.

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Como la trapisonda de Puigdemont con la Fundación Carter, que no quiere implicarse, y que se ocultó para ocultar el fracaso.

La independencia de Cataluña no le interesa a nadie. Que TV3 retransmita las manifestaciones subvencionadas no es suficiente.