Editorial.
Se ha venido imponiendo la diversidad como un valor positivo cuando es la destrucción de la nación y la sociedad. Una nación se construye en torno a una identidad con una pluralidad de individuos, pero no de comunidades. La existencia de comunidades yuxtapuestas dentro de una nación indica que ha empezado a destruirse. Vemos por toda Europa, y en España, zonas, barrios, localidades que han dejado de ser nacionales.
En Estados Unidos, en la campaña electoral, Hillary Clinton utilizaba el concepto “celebrar la diversidad”. No hay nada que celebrar en la diversidad porque es el conflicto. La diversidad solo se da en los imperios, pero girando en torno a una comunidad dirigente, y no mediante el mestizaje, sino con comunidades diversas en territorios distintos.
La única excepción es Estados Unidos que ha articulado su identidad en torno al patriotismo y al cristianismo, pero siempre con graves conflictos internos. Abraham Lincoln no fue a la guerra civil para acabar con la esclavitud sino para defender la Unión que la esclavitud estaba poniendo en riesgo cierto, pero su idea era que los esclavos se fueran a África. Se negaron a irse o lo hicieron en pequeñas proporciones a Liberia.
Puede haber minorías, pero siempre que no sean agresivas y no se constituyan en comunidades. Es evidente que el islamismo lo es. Y no solo en cuanto a los terroristas, sino en la imposición de sus bárbaras costumbres en las zonas que van ocupando. El islamismo está siendo un factor de destrucción de las naciones europeas.