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Sobre Israel y el sionismo

Redacción




Benjamín Netanyahu. /Foto: BBC.com.

Enrique de Diego

Yolanda Couceiro Morin ha planteado la consideración de Israel como un aliado en la lucha contra el islamismo y la obvia consideración de Israel como la vanguardia en esa lucha. Cita, con su conocimiento y su erudición, el amplio acercamiento de los partidos identitarios hacia Israel despejando cualquier duda de antisemitismo o antijudaísmo (pues los árabes son también semitas). Esa no es la situación en los diseminados partidos identitarios españoles y se aduce como una de las causas de su marginalidad.

Carezco de la más mínima punzada antisemita, pero tampoco asumo el tabú del que se ha rodeado la cuestión desde la Sohá. Conozco a bastantes judíos y siempre me han parecido gente muy correcta e ilustrada. Pero es obvio que algunos de los personajes más perversos sobre la faz de la tierra y que mayores daños están provocando, implicando en ello una parte de sus inmensas fortunas, son de raza hebrea, aunque notoriamente no de religión y que hacen una lectura invertida, y propiamente diabólica, de la idea mesiánica.

Son globalizadores partidarios de un gobierno mundial dentro de un nuevo orden inconcreto, pero manifiestamente degradante y conflictivo. George Soros es considerado, con buen fundamento, un judío renegado que ataca al Estado de Israel, al que considera nacionalista e identitario.

No todos los que se mueven en la pulsión globalista son judíos. El felizmente fallecido David Rockefeller proviene de una familia protestante, aunque él derivó directamente al satanismo, denominando a su rascacielos Manhattan666 y levantando una estatua a Lucifer. Lo que les une no es el sionismo sino simplemente el dinero, la avaricia, el capitalismo liberal, disgregador y multicultural.

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El sionismo fundado por Theodor Herzl era la búsqueda de un hogar judío, que llegó a pensarse incluso en Madagascar y ahora la defensa del Estado de Israel.

En cuanto a Israel, comparto con Yolanda la consideración de vanguardia de la lucha contra el islamismo, pero no dejo de constatar la existencia de una alianza bastarda e incestuosa con Arabia Saudí, mediante la consideración de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, frente a Irán. Tampoco percibo ni el más mínimo sentimiento de compunción respecto al exterminio de los cristianos perpetrado en Siria e Irak. Israel no ha movido un dedo contra Daesh, y Daesh tampoco ha hecho nada para poner a Israel en el centro de sus objetivos. Israel parece sentirse cómodo en el clima de conflicto entre islamistas e incluso se diría que está mucho más contra Al Assad que contra los integristas y que prefiere una Siria en la actual situación de convulsión.

Es, por tanto, un aliado complicado y difícil de Estados Unidos, que tiene sus propios intereses, que no han de ser seguidos a pies juntillas, ni de manera acrítica. No es ni mi ni nuestro aliado. Prácticamente ninguno de sus intereses coinciden con los míos. Insisto en que si exterminaran a los cristianos, el Estado de Israel no movería ni el dedo meñique. Entre Israel y HAMAS, Israel, por supuesto. Tengo más puntos de coincidencia con Bashar Al Assad, quien por lo menos ha protegido a los cristianos, que con Benjamin Netanyahu.

Tras el estúpido clima de irracionalidad histérica en Donald Trump, contra todas sus declaraciones de campaña, y el sorprendente cese de Steve Bannon del Consejo de Seguridad Nacional, quien mantiene la cabeza fría y la visión clara es Vladimir Putin, Rusia y el antiguo bloque comunista, que parece haberse inoculado del relativismo y que muestra una elogiable capacidad para discernir el mal y más aún su graduación. Es Putin el único que está defendiendo a los cristianos, que a Israel le importan una higa. Israel sí, pero no a cualquier precio o no de manera acrítica, sino de manera claramente crítica.

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