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Ante el fracaso del islamismo (2): El salafismo

Redacción




Obama, al servicio de los Saud. /Foto: primicias24.com.

Enrique de Diego

El fracaso del islamismo es hoy más intenso que nunca. De ahí que, una parte de él, se haya vuelto más cruel o tan cruel como en la etapa de Mahoma y que se suicide como manifestación de desesperación e impotencia. Cuando reivindicó el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York, Osama ben Laden hizo referencia a “ochenta años de sufrimiento”, los que llevaba el islamismo huérfano, sin califa.

Los chíies no buscan un califa, tiene un gobierno colegiado de ayatolás, a la espera del fin de los tiempos. Étnicamente –pues no hay que olvidar que la predica de Mahoma es solo para los ismaelitas, y no se permiten las conversiones fuera de la etnia árabe hasta el califa Umar II, un siglo después de la muerte de Mahoma- podrían pretender esa posición los Saud, a los que Osama ben Laden tildó de impíos. También reivindican relación familiar con Mahoma las monarquías de Marruecos y de Jordania. La proclamación de Abu Bakr al-Baghdadi como califa implica una distorsión en el mundo islámico, el retorno de los yariyies, cualquiera puede ser proclamado califa. También Recep Tayyiq Erdogan está funcionando como una especie de heredero de los califas otomanos. Y quizás sea el más peligroso para el futuro.

Fue la caída de ese último califato el que sumió en una profunda depresión a los integristas. El fracaso del islamismo era obvio, el atraso de las sociedades evidente, el estancamiento de las mentalidades, atroz, y la respuesta la dieron una serie militares jóvenes, como Nasser o Gadafi, y el partido Baaz en Siria e Irak. La primavera árabe del nefasto Obama fue el retorno al fracaso islamista a través de los integristas, de los salafistas, vuelta a los orígenes, y esto en un sentido literal, retorno al siglo VII, a recrear el ambiente, a copiar las costumbres de Mahoma –barba de un puño-, vestimentas.

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El integrismo no sólo es el reconocimiento del fracaso sino también su intensificación. La respuesta a la caída del califato otomano la dio Hassan Al-Bana, fundador de los Hermanos Musulmanes, pero con quien el integrismo toma cuerpo es con Sayid Qotb (1906-1966).

Sus puntos fundamentales son:

  1. Yahiliyya: el mundo se encuentra en el estado de impiedad previo a Mahoma. La inmensa mayoría de los musulmanes han apostatado.
  2. El fracaso del islamismo no se debe a sus ideas sino a que no se han puesto en práctica, para lo que es preciso depurarlos de tradiciones acumuladas y volver a los orígenes; a la imposición de la sharia.
  3. El nacionalismo es una herejía, una apostasía. El musulmán es musulmán, no marroquí o egipcio o sirio.
  4. La democracia es una herejía, una apostasía. “Nuestra Constitución es El Corán”. Es preciso depurar cualquier contenido o relación con Occidente
  5. El islamismo no triunfará hasta que domine todo el mundo con un solo califato y una única umma.

Esta doctrina retrógrada y disolvente conlleva la desestabilización de todas las sociedades musulmanas, pues legitima el asesinato de los dirigentes de las naciones musulmanas, apóstatas; el exterminio de los chíies y, por supuesto, de todos los no musulmanes, que es un mandato coránico. “Matadlos a todos allá donde los encontréis”, la aleya de la espada, la única válida –mediante la ley del abrogante y el abrogado- para las relaciones con los no musulmanes. Y este descomunal desquicie, esta inmensa estulticia reaccionaria es lo que han apoyado Obama y dirigentes occidentales como Ángela Merkel.

La posibilidad de un califato universal es una utopía destructiva, sin ninguna posibilidad práctica, que está haciendo correr ríos de sangre y sumiendo a las sociedades musulmanas aún más en la pobreza.

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El integrismo no es una salida, es un hundimiento. Su relevancia hubiera sido mucho menor sin el absurdo apoyo de la Administración norteamericana de Barack Husein Obama.

Lo que ha hecho el integrismo es desvertebrar aún más a las sociedades musulmanas, haciéndolas incapaces de sostener sus niveles de población y provocando procesos migratorios invasivos.

Las ha empobrecido. Ha humillado a las personas prohibiéndolo todo y convirtiendo los viernes en un espectáculo de criminales. Donde ha gobernado episódicamente, ha llevado a las poblaciones a la edad media.

La maldita primavera árabe de Obama y los Saud –al final ninguneados por un oscuro irakí- se ha tornado en un frío invierno integrista, en un completo fracaso.

http://ramblalibre.com/2017/04/01/ante-el-fracaso-del-islamismo-1-el-califato/