Enrique de Diego
Nunca alguien había hecho tanto el ridículo internacional como Donald Trump cogiendo su fúsil para mostrarse distante de Vladimir Putin, al que de continuo calificaba de inteligente el magnate en campaña electoral. Trump, el idiota, ha asumido, de golpe y porrazo y tomahawks, todo el discurso de Hillary Clinton y se ha puesto a servir a Israel y a Daesh.
Y de repente la castuza europea, proislamista y proislamizadora, se encuentra encantada de haberse conocido. Y hasta al The New York Times le parece bien que el sistema haya doblegado al payaso capaz de cambiar de criterio en 24 horas. No hay que olvidar que el significativo cese de Steve Bannon del Consejo de Seguridad Nacional se gestó antes del bombardeo con gas sarín, sobre el que hay versiones confrontadas.
Y de pronto esa OTAN a la que Donald Trump iba a poner firmes y a desmantelar se descubre encantada del nuevo belicismo. Y con ella esos ¡grandes dirigentes! (entiéndase la ironía) de François Hollande, Angela Merkel, Theresa May (que se opuso al Brexit y ahora lo pone en marcha) e incluso el inefable y tramposo Mariano Rajoy se sube al carro y califica de “proporcionada” la respuesta, pero ¿a qué? sin investigación ninguna.
El gobierno sirio reporta 6 militares muertos, más 9 civiles, 4 de ellos, niños. El Observatorio Sirio de los Derechos Humanos eleva los militares muertos a 7. Para el gobierno legítimo sirio que combate a los terroristas “esta agresión ha aumentado la determinación de Siria en atacar a los agentes terroristas, de continuar aplastándolos y de incrementar la acción con el fin de acabar con ellos estén donde estén«.
Vladimir Putin ha convocado a su Consejo de Seguridad. Es obvio que se trata de una “agresión a un aliado”. La cuestión es si se trata de una escalada. La Comisión Europea afirma que se trata de una respuesta “limitada” exclusivamente relacionada con el uso de armas químicas, pero Donald Trump fue explícito al afirma que iba a resolver la situación siria y que había cambiado su visión sobre el régimen de Bashar Al Assad. Se está mostrando como un personaje sin criterio, que actúa a impulsos de las críticas internas. Y eso es lo más peligroso.