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Israel: Frontera y muralla contra el islamismo radical

Redacción




Yolanda Couceiro con Geert Wilders. /Foto: ramblalibre.com.

 

 

 

 

Yolanda Couceiro Morin.

«No duerme ni descansa el guardián de Israel» (Salmo 121) El tema de Israel y el sionismo es una cuestión que divide y enfrenta muy a menudo al bando patriota europeo. Básicamente, el movimiento identitario europeo y sus miembros se definen ya sea como antiisraelíes (y por lo tanto antisionistas) o proisraelíes (y lógicamente prosionistas). La sinceridad o el oportunismo de la postura de esas formaciones y esas personas es asunto que ellas mismas deben aclarar.

Muchas veces los motivos de ese apoyo a Israel provienen de la interpretación que se hace del Estado hebreo en algunas formaciones patriotas del continente. Debido a su largo conflicto contra un entorno hostil mayoritariamente musulmán y la respuesta dura y eficaz que ejerce contra él, se ha operado una identificación en los sectores llamados derechistas o incluso ultraderechistas (en la terminología del Sistema) con el Estado de Israel.

La combatividad y determinación israelíes causan entusiasmo y envidia entre aquellos que se ven de momento impedidos de luchar abiertamente contra sus enemigos sin las cortapisas y obstáculos de unos sistemas de gobierno que dificultan y hasta reprimen a los que defienden sus países al tiempo que protegen a sus invasores. La frustración, la impotencia y la necesidad de unir fuerzas con aliados potenciales ha acercado a esa derecha europea al Estado judío.

La tradicional repulsa y desconfianza hacia los judíos en esos sectores se ha convertido, con el establecimiento de un Estado hebreo fuerte y dominador frente a sus enemigos arabomusulmanes, en un objeto de admiración y en un modelo a seguir para el tratamiento de similares cuestiones que afectan a las naciones europeas invadidas por una población musulmana en plena expansión y crecientemente hostil y conflictiva. Digamos que similares problemas generan una solidaridad natural entre los afectados por un mismo mal. Un enemigo común resulta ser en muchas ocasiones un poderoso aliciente para la alianza y la colaboración con quienes viven similares situaciones.

Muchos patriotas vemos necesaria la alianza con Israel

En Europa, somos muchos los patriotas que vemos necesaria esa alianza con un país que se enfrenta con éxito a la presión y enemistad de sus vecinos musulmanes. También entra en consideración la valoración que se hace de Israel como primera línea de frente contra el mundo musulmán y más concretamente contra el radicalismo islámico. En ese sentido podemos mencionar un par de casos a modo de ejemplo de esa toma de consciencia que existe en el seno de la llamada derecha identitaria europea. Geert Wilders, el jefe del partido patriótico holandés habla sin rodeos: «Si Jerusalén cae en manos de los musulmanes, después les tocará el turno a Atenas y a Roma. Jerusalén es la primera línea de defensa de Occidente. No es un conflicto sobre el territorio, sino una batalla ideológica entre la mentalidad del Occidnte libre y la ideología de la barbarie islámica«.

Yolanda Couceiro con Oscar Freysinger. /Foto: ramblalibre.com.

La derecha identitaria suiza no se le queda atrás. Así dice mi amigo Oscar Freysinger (el promotor del referendúm sobre la prohibición de los minaretes en Suiza en 2009): «Nuesto partido siempre ha defendido Israel porque somos conscientes de que si Israel llegara a desaparecer, perderíamos (Occidente) nuestra vanguardia. Mientras los musulmanes estén concentrados sobre Israel, nuestra lucha será menos dura. Pero en cuanto Israel desparareciera, los musulmanes se lanzarían a la conquista de Occidente«. S

in querer agotar el tema, podemos también mencionar las posturas favorables de la English Defense Ligue británica o del FPÖ austriaco hacia Israel, o incluso el acercamiento del FN de Marine Le Pen (dejando atrás la acerba hostilidad entre su padre y los intereses judíos), todos convencidos de la necesidad de una colaboración entre quienes comparten tanto enemigos como valores comunes.

Así, se ha ido afirmando poco a poco la visión de Israel como frontera y muralla contra el islamismo radical e incluso contra la presión del mundo musulmán, que ya no esconde sus apetencias de conquista y dominio de un Occidente que se ofrece como una casa llena de riquezas abierta de par en par a la codicia y a la avidez de unos invasores sin escrúpulos no combatidos, sino recibidos por los dueños (que pronto se verán en la calle, echados sin contemplaciones por los nuevos ocupantes) con los brazos abiertos.

En el estado actual de desarme occidental contra la embestida musulmana (en su doble faceta demográfica y terrorista), la definición de Israel como primera línea de defensa de un Occidente incapaz de momento de asumir su propia protección no carece de justificación. Es por esa razón que debemos posicionarnos al lado del Estado de Israel en la medida de que esta alianza acreciente nuestras fuerzas y nos garantiza mayores posibilidades de éxito en nuestra lucha contra el islam y más particularmente contra la agresión del movimiento yihadista que ya se ha iniciado en nuestro suelo europeo.

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Estamos en guerra y para ganar una guerra hace falta aliados fuertes, experimentados y confiables. Israel es uno de esos aliados con los que debemos contar. Porque cuando decimos que Israel es una una muralla contra la barbarie islamista, no estamos planteando un riesgo por venir ni una amenaza lejana. Es una realidad que tenemos que tener siempre presente. Todas las naciones afectadas por el terrorismo islámico deberían tomar como modelo a Israel. La larga experiencia del Estado judío en esta materia es un enorme capital de conocimientos y pericia que debemos aprovechar para la lucha en la que pronto estaremos embarcados a sangre y fuego. Porque lo de hoy en día sólo son las primeras escaramuzas de la gran deflagración que está en camino.

Minusvalorar y despreciar los beneficios que nos pueden suponer una asociación con Israel para los desafíos que tenemos sobre la mesa es una actitud poco inteligente. Israel es en cierta manera la frontera externa de Europa y es un baluarte contra el totalitarismo y la violencia islámicas. Es una cuestión de simple inteligencia e instinto de supervivencia estar juntos en esta encrucijada. Israel nos enseña el valor de la lucha sin cuartel ni complejos por la superviviencia frente a enemigos dispuestos a todo, incluso a erradicar a sus oponentes de la faz de la tierra. Israel vive en la línea del frente del conflicto entre las civilizaciones musulmana y occidental.

Dos visiones del mundo contrapuestas

El conflicto árabe-israelí encarna la lucha entre dos visiones del mundo y del hombre diametralmente opuestas, irreconciliables. Es el combate entre los que aprecian la libertad y los que quieren someter el mundo a la teocracia musulmana Los escrúpulos que pudieran tener algunos en cuanto a cuestiones relativas al funcionamiento interno de ese país, no pueden hacernos perder de vista nuestros intereses vitales. Israel es particularmente duro y eficaz en la represión y control de las amenazas que desasosiegan a sus ciudadanos y los peligros que penden sobre su propia existencia.

Los israelíes han conocido mucho antes que nosotros el flagelo del terrorismo ciego, de la violencia sin freno ni cuartel. Nadie puede reprochar a otros aquello que queremos para nosotros: el derecho a vivir en paz y seguridad en su tierra, el derecho a la legítima defensa, el derecho de poner fuera de combate a sus enemigos, el derecho de su lugar bajo el sol y asegurar un futuro de libertad y dignida a sus hijos. El mundo islámico llama otra vez a nuestras puertas, con la misma voluntad de antaño de conquista y dominación.

Las primeras avanzadillas han llegado bajo la máscara de la inmigración y la coartada de la pobreza. Ahora que ya es difícil justificar la importación de más inmigrantes se echa mano de la excusa de las guerras que azotan otros territorios para seguir inundando Europa de masas enormes de población fundamentalmente musulmanas. Esta nueva conquista se ha estado llevando a cabo hasta ahora sin blandir el alfanje, salvo casos puntuales de violencia, porque esta vez los europeos no han opuesto resistencia, pero la violencia esporádica se está volviendo cada día más frecuente y brutal, camino de la guerrilla para finalmente desembocar en la guerra abierta.

En este contexto de enfrentamiento directo y abierto entre el islam y nuestra civilización, sería ceguera y sectarismo no ver a Israel como un componente vital de primera línea en ese enfrentamiento y defensa de Occidente. Hay una guerra abierta entre el islamismo contra el mundo no musulmán, incluso contra parte de ese mismo mundo musulmán. Los focos de conflictos que proliferan en el mundo musulmán y en otras partes del planeta no son fruto del azar. Las «fronteras sangrientas del islam«, que describe Samuel Huntington el su clásico «Choque de civilizaciones«, ya nos incluyen en su círculo de barbarie y terror.

El día en que todos esos conflictos se juntarán simultáneamente, el mundo no sabrá qué hacer ni que foco de incendio atender prioritariamente. Ese día el mundo comprenderá que el haber diabolizado a Israel signifió dispararse un tiro en el pie, tal vez en la sien. El largo conflicto entre israelíes y palestinos ha cambiado de naturaleza con los años y ahora también se inscribe dentro de ese enfrentamiento islámico contra el resto del mundo. ¿Acaso Hamas no es un grupo islamista tan radical y fanático como otros similares de ámbito y protagonismo actual más relevante?

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Mientras que el islam hace planear serias amenazas contra la paz y la seguridad en el mundo, se echa a los pies de los caballos a uno de los pocos países del mundo capaces de contener el apetito hegemónico de esta religión/cultura/ideología mortífera e imperialista. Mientras la muralla israelí aguante ante los embates del tsumani musulmán, el agresivo expansionismo islámico no tiene ninguna posibilidad de concretar su diabólico plan. Es por eso que los extremistas musulmanes intentan por todos los medios establecer un cordón sanitario alrededor del Estado hebreo. Los acontecimientos del orbe musulmán condicionan actualmente de manera dramática la vida de los ciudadanos europeos. En medio de las convulsiones de los vastos territorios que van desde el norte de África hasta los confines de Asia Central, Israel es una roca sólida de estabilidad y la única verdera democracia de la región.

Israel es un aliado importante. Un rápido análisis demuestra la importancia de Europa para Israel y viceversa. Nuestros intereses vitales son de tal naturaleza que la única alternativa es reforzar aún más aquello que tenemos en común, y fortalecer la coordinación entre israel y Europa en el tema fundamental de la seguridad. Una vez dejado claro el porqué de nuestro necesario apoyo a Israel, en una relación que debe ser recíproca, y basada en el mutuo respeto y el compromiso de combatir en la misma trinchera contra un enemigo común, hay que dejar igualmente claro que de ninguna manera eso puede significar ignorar o validar las actuaciones del sionismo internacional en aquellas cuestiones que significan un ataque o una amenaza contra nuestros intereses.

Ciertamente estamos ante una cuestiones complejas que nos fuerzan a hacer algunos equilibrios para salvaguardar tanto nuestros principios como para defender nuestros inalienables derechos como naciones europeas, cristianas y occidentales. Todos sabemos la nefasta actuación en la escena del mundo del enorme poder político y económico de grupos y personalidades sionistas que no es necesario nombrar aquí, pues de sobra son conocidos. Podemos sintetizar esta cuestión de manera breve y contundente: si Israel es, en una asociación entre iguales con sus aliados occidentales, parte de la solución a los problemas de nuestro tiempo, en cambio el sionismo internacional es parte, y muy significativa, de esos problemas.

Nuestra posición respecto de Israel y de su pueblo, al que no le reconocemos menos derechos que los que reivindicamos para nosotros, no pueden sin embargo hacernos minimizar o ignorar el trabajo de zapa del sionismo internacional en asuntos tales como la inmigración/invasión, la subversión de los valores que sustentan nuestra civilización, la destrucción de las culturas nacionales de los pueblos europeos, etc…). Nuestro reconocimiento del derecho de los israelíes a vivir en paz y seguridad dentro de unas fronteras reconocidas y de su derecho a la legítima defensa, es la consecuencia lógica de nuestras convicciones morales y de una mínima coherencia intelectual. No podemos negarle a otros aquello que reclamamos para nosotros mismos.

El hecho de que reconozcamos el papel de Israel en su exacto valor en el escenario del enfrentamiento que se está desarrollando ahora mismo en diversos escenarios mundiales, y que seamos conscientes de la trascendencia de una estrecha cooperación en todos los frentes de esta contienda con un enemigo común, no puede llevarnos a cerrar los ojos sobre la realidad de otros actores de este tiempo que, para mayor confusión, trabajan sin duda en favor del Estado hebreo sin dejar de inmiscuirse negativamente en los asuntos internos de las sociedades de sus aliados naturales, sin caer aparentemente en la cuenta de que al final será Israel quien sufra las consecuencias del éxito que pudieran tener en las naciones europeas las operaciones de ingienería social y política desestabilizadoras que tienen muchas veces a poderosas organizaciones y personalidades sionistas como promotores.

Esta situación es real y no cabe disimularla, pero por encima de ella, Israel y Occidente deben unirse para las dramáticas luchas por venir. La superviviencia de las naciones europeas está en juego. Pero que nadie piense que la fórmula expresada aquí en varias ocasiones según la cual «si Israel cae, caerá después Occidente» es el único escenario posible de la catástrofe que queremos conjurar. Se puede llegar a ese escenario de terror invirtiendo los factores. Si Occidente cae a los pies del islam, Israel caerá enseguida. Así, si Israel es la muralla de contención de la ofensiva islámica, Occidente es el respaldo necesario de esa primer línea de combate. Se impone una alianza para resistir y vencer.