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Podemos, contra los trabajadores

Redacción




Pablo Iglesias e Irene Montero. /Foto: ABC.es.

Enrique de Diego

Podemos ha perdido toda transversalidad. Hoy es una pandilla de gilipollas, macarras de bareto y promiscuas trepas. Es, además, un partido madrileño. Ada Colau se ha independizado por completo; en Galicia vive una auténtica consunción. La sopa de siglas se ha comido a Podemos, que ha pasado algunas líneas rojas como su defensa de los verdugos de Alsasua, hecha con supina frivolidad y banalización. Cada vez que salen en televisión, hunden la audiencia.

En muchos aspectos, es una formación universitaria que va contra los trabajadores, al margen de los de la estiba, que no son precisamente proletarios. La feminización, la ideología de género, las simpatías hacia el movimiento okupa –llevadas hasta el extremo en Getafe- o la posición a favor de los refugiados y la eliminación de las fronteras pueden ser bien vistas en La Moraleja pero resultan demoledoras para el cinturón industrial de Madrid; por ejemplo, para Parla o el Corredor del Henares, donde la convivencia se deteriora y la preferencia por el extranjero es vista ya como un agravio.

La nueva idea de ir contra la trama esconde la consideración de que Podemos nació con vocación de casta y ahora aspira a ser trama, a escalar posiciones. Podemos es un fraude.