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Red de mentiras

Redacción




Losantos y Pedro J, ¡vaya par de gemelos! /Foto: extraconfidencial.com.
Losantos y Pedro J, ¡vaya par de gemelos! /Foto: extraconfidencial.com.

Enrique de Diego

Pedro J, hoy un periodista desacreditado, que ya sólo es noticia por sus problemas sentimentales y de cuyo digital se están dando de baja en masa los suscriptores, urdió un red de mentiras en torno al 11 M para hacer negocio.

La base de toda la maraña de invenciones fue una invención serial de un periodista ya jubilado, Fernando Múgica, titulada “los agujeros negros”, que según su autor se basó en “el trabajo de campo efectuado para un amigo, escritor de éxito, en torno a una posible novela me llevaron a investigar a finales de otoño de 2003 todos los datos que rodeaban a los atentados del 11 S en Estados Unidos. Fruto de esa investigación salieron decenas de folios recopilados junto a centenares de documentos, extractos de libros y fichas de archivo”. ¡Un trabajo de documentalismo para el esotérico J.J. Benítez sobre el 11-S!

Con este material averiado, el falsario Pedro J aventuró que “cada vez más indicios apuntan a que el 11-M se gestó en el seno de los aparatos policiales y los servicios del Estado democrático”.

Esta delirante tesis buscaba evitar las responsabilidades del inútil de Ángel Acebes y su equipo de Interior, que nunca contempló el riesgo islamista, y tuvo el efecto demoledor de desarmar a la sociedad respecto a las laxas políticas de inmigración puestas en marcha por el globalista Aznar –el principal culpable de la islamización de España, antes y mucho más que el bobo de Zapatero– y los riesgos inherentes al islamismo.

Un charlatán de feria como Federico Jiménez Losantos –precursor del aborto libre y con textos blasfemos equivalentes a la drag queen de Las Palmas- hizo la ola al falsario Pedro J, acompañado por un personaje alucinado como Luis del Pino. Sistemáticamente, negaron la autoría islamista, con aquello de los “pelanas”, como si las masacres ulteriores de Charlie Hebdo, Bataclán, Niza, el aeropuerto de Bruselas, el metro de Londres, Berlín, la discoteca Reina de Estambul, etc., no pudieran ser de autoría islamista cuando todos los asesinos son ciertamente unos pelanas.

Ya no son nadie. Están hundiéndose en el descrédito de su red de mentiras. En una sociedad sana, estos personajes deleznables nunca hubieran estado en la vida pública.