Virginia Montes
Francia se encuentra, claramente, en un cambio de ciclo. Suceda lo que suceda en las elecciones presidenciales de abril, el futuro pasa por Marine Le Pen y el Frente Nacional.
Donde está mejor posicionada la opción identitaria es en los jóvenes: el 35% de los votantes entre 18 y 24 años votará a Marine Le Pen; también esa intención de voto es mayoritaria en los segmentos de edad entre los 25 y los 34 años y entre los 35 y los 50, donde de nuevo se eleva hasta el 35%.
Es entre las personas mayores, donde el Frente Nacional encuentra más dificultades para entrar, pues se ven como más prevención los cambios económicos que preconiza, como la salida del euro.
Aunque los sociólogos oficiales, tienden a explicar esta preferencia juvenil en términos solo económicos: dificultad para encontrar trabajo, más aún para que sea fijo y todavía más para que tenga una retribución digna, los jóvenes identifican sus dificultades con la preferencia de las ayudas hacia los extranjeros, con la inseguridad generada por el fracaso de cualquier integración y con la inmigración masiva que está diluyendo la identidad francesa.
En el otro segmento de población en el que arrasa Marine Le Pen es entre los trabajadores: el 44% de los obreros la apoyan, un porcentaje que no son capaces de sumar todas las opciones de izquierda y ultraizquierda que hablan en su nombre.
En la política migratoria, los únicos que apoyan el multiculturalismo son los “bobos”, bourgeois-bohèmes, traducible por progresistas acomodados. Terra Nova, el think tank del PSF, ha recomendado insistentemente buscar su caladero de voto en los islamistas.