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El rey de Bárbara Rey (8): Juan Carlos, el golpista del 23-F

Redacción




Juan Carlos habló, cuando ya había fracasado Armada. /Foto: RTVE.es.
Juan Carlos habló, cuando ya había fracasado Armada. /Foto: RTVE.es.

Enrique de Diego

Los españoles de este tiempo han demostrado estar bien dispuestos a comulgar con ruedas de molino; a aceptar sin rechistar las mentiras que les ofrece la casta a través de los canales en los que los mismos empresarios tienen medios de izquierdas y de derechas.

Los españoles han creído, hasta la macarrada de Botswana, que el matrimonio de Juan Carlos y Sofía era ejemplar –como decía el patético manipulador Luis María Anson– cuando estaba roto, y muy roto, desde 1975. Y los españoles llevan creyendo 36 años que Juan Carlos salvó la democracia el 23 de febrero de 1981, cuando no hay ninguna duda de que el golpe fue autorizado por el frívolo aventurero Juan Carlos de Borbón, ejecutado por su hombre de confianza –su mayordomo, para entendernos- Alfonso Armada con el acompañamiento estelar del íntimo amigo de Juan Carlos, Jaime Milans del Bosch.

Quien salvó la democracia fue el teniente coronel Antonio Tejero que –engañado en los objetivos de la intentona por Milans del Bosch– no permitió que Armada entrara en el hemiciclo como el salvador para proponer el Gobierno de concentración nacional, en el que estaban de todo un poco, pero sobre todo socialistas y comunistas, lo que fue demasiado para Tejero, que es hombre de convicciones.

Tampoco hay ninguna duda de que el PSOE había dado su aprobación al golpe, en la comida de Enrique Múgica con Armada en Lérida. Es lo que Armada le dijo a Sabino Fernández Campo, un personaje secundario en la escena; que le iban a votar los socialistas, los mismos que días antes sondearon a Marcos Vizcaya, portavoz del PNV, sobre cuál sería la postura de los nacionalistas ante un gobierno de concentración nacional con un militar al frente.

Porque Armada no iba a entrar de la mano de Tejero, ni los diputados iban a votar apuntados por las metralletas de aquellos guardias civiles, hartos de enterrar a compañeros asesinados por ETA. Armada no iba a entrar como golpista sino como libertador, tras ofrecer a Tejero y los suyos un avión a Portugal y una cantidad considerable de dinero que esa gente de honor –los capitanes estaban en el curso de ascenso a comandante y se jugaron su carrera en aquella farsa- despreció. De hecho, Juan Carlos no sale en televisión hasta que Armada llama diciendo que Tejero se ha vuelto loco y no atiende a razones.

Es tan chusco y tan lamentable todo, que el discurso oficial laudatorio al rey de Bárbara Rey –tiene ella algo más de dignidad que el campechano- resulta tedioso y vomitivo.

Las horas de despacho entre el Borbón y Armada se sitúan por encima de las quince mil. Cuando Armada es destinado a Lérida –para no perder el ascenso- Juan Carlos deja escrito que seguirá contando con su consejo. Es Juan Carlos el que nombra a Armada segundo jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor, posición clave para la intentona. El Borbón y Armada se reúnen el 18 de diciembre de 1980; el 22, Juan Carlos informa a Adolfo Suárez, que se opone, de su interés en el nombramiento; el 3 de enero de 1981, vuelven a reunirse el Borbón y Armada en el refugio de montaña de La Pleta, en Baqueira Beret; el 26 de enero Adolfo Suárez comunica su dimisión, que se hace pública el 29; el 3 de febrero, desde el aeropuerto de Barajas y antes de salir para Vascongadas, Juan Carlos comunica a Armada que ya ha firmado su nombramiento como 2º JUJEM; el 6 de febrero, tras los graves incidentes en la Casa de Juntas de Guernica, y con Federica, la madre de Sofía, de cuerpo presente en Madrid, Juan Carlos se entrevista de nuevo con Armada en Baqueira Beret; el 11 de febrero vuelven a verse en el funeral ortodoxo de la reina Federica y Juan Carlos muestra tan inusitado interés en entrevistarse de inmediato con Armada que hay que mover las audiencias del día 13, y suspender la prevista con Alfonso de Borbón, duque de Cádiz.

La sola idea de que Armada estuviese conspirando contra Juan Carlos es delirante. Armada estaba conspirando con Juan Carlos. Armada nunca hubiera hecho nada contra Juan Carlos y sin la autorización de su señor. Era un lacayo. Como él mismo escribió: “Siempre estuve a las órdenes del rey, antes, durante y después del 23 F”. Añádanse pequeños ingredientes al brebaje, como que de la edición francesa a la española del libro de entrevista de José Luis Villalonga hubo que quitar toda referencia peyorativa a Alfonso Armada y Jaime Milans del Bosch, del tipo de que eran unos aficionados que no se les había ocurrido tomar Zarzuela, el mensaje a Milans del Bosch de que después de ello “ya no puedo volverme atrás”. O que Armada pidió permiso para hacer público en el juicio el contenido de su reunión del día 13 de febrero, Juan Carlos no se lo concedió y obedeció.

No hubo trama civil (salvo el amigo entusiasta de Tejero, Juan García Carrés), nadie de la llamada extrema derecha supo nada. El movimiento de tanques en Valencia fue decorado de la farsa, como lo hubieran sido los tanques de la Brunete.

El sencillo esquema diseñado en el CNI era provocar un Supuesto Anticonstitucional Máximo (SAM) que Armada resolvería, accediendo interinamente a la presidencia del Gobierno, para dar paso a Felipe González y el PSOE, porque la monarquía para consolidarse precisaba gobernar con los socialistas. Pero nadie contó con que Tejero diría no a esa cabronada.

Pero, bien, sigamos mintiéndonos todos y diciendo que el campechano salvó la democracia el 23 de febrero de 1981.