Enrique de Diego
La transversalidad, el mínimo, era desalojar a Rajoy de La Moncloa y echar al PP del poder, para que los corruptos no se rieran de la desesperación a la que han llevado a los españoles. Para que los que rompen a martillazos los ordenadores, para que el partido que se ha financiado de comisiones por toda España, que ha saqueado las cajas, en el que han cobrado sobres en negro, empezando por Rajoy, el partido de Gürtel, de Púnica y de Rato, no se riera de los españoles, no pudieran decir cosas como en el juicio de Gürtel “no se sienta ningún militante del PP” o tomarnos el pelo con que han tomado medidas para evitar la corrupción…que es del pasado.
El mínimo de decencia y transversalidad era que la Justicia tuviera que acelerar los sumarios, eternizándose, que entraran en la cárcel con urgencia los que han robado a manos llenas dejando a los españoles incluso con las pensiones en el alero.
Pero tú, niñato, en tu pequeñez, tú que hablas de la gente con bella retórica pero que solo piensan en ti mismo, fuiste el lacayo de Rajoy, al que apuntalaste en el poder, por tu infinita mediocridad. No puedes descargar tu inmensa culpa que te llevará a ser un juguete roto, un muñeco de feria, en el PSOE, porque hubiera bastado que, por dignidad y altruismo, hubieras votado, con tus comparsas, con las barraganas de tu serrallo fluctuante (ahora sois pareja el 1 y la 4), a Pedro Sánchez, contra Mariano Rajoy.
Tienes una mierda de programa que no sirve para nada más que para empeorar las cosas; eres un sectario de tomo y lomo con tu santoral de comunistas asesinos, que, por supuesto, a ti te hubieran pasado por las armas por afeminado, cuanto menos; no tienes ni idea de cómo generar riqueza pues has sido toda tu vida un funcionario; las cuatro cosas válidas que dices, empezando por el término casta, que has abandonado, por cierto, las dije y escribí yo mucho antes; no tienen el más mínimo sentido patriótico, ni tan siquiera sabes lo que es España, ni pajolera idea de lógica pues ninguna nación puede ser plurinacional, ese tipo de engendros solo existen en tu mente tortuosa y acomplejada de pobre profesor de Políticas, pero todo eso –que ya no tiene perdón- se te podía haber obviado con tal de que hubieras desalojado a la mafia del poder, que para eso se votó a Podemos. Ya puede gritar contra la mafia el grosero anticapitalista de pacotilla cuando la mafia está en el poder, y se regodea en su impunidad, porque vosotros, los de Podemos, habéis sido quien la habéis mantenido o por idiotas o por tus ínfulas de ser el líder de la izquierda.
¡Quédate con tu puño cerrado! ¿A quién quieres engañar? Ni tan siquiera tienes hechura y agallas para ser uno de esos criminales bolcheviques a los que veneras. Has sido toda tu vida un mantenido del sistema y no buscas más que un sitio al sol que más calienta. La gente, la buena gente, la que se levanta cada mañana a sacar adelante España, y a la que fríen a impuestos, a la que roban, a la que saquean y ningunean, te importa una higa atrapado en tu psicodrama de baratillo.
Podemos no sirve para nada, más que para os coloquéis unos cuantos. Es bastante infantil estar poniéndose a parir durante semanas para luego que se desgañite la manada coreando Unidad. Sois lo peor de la vieja y de la mala política. No sois más que la operación de la casta para que nada cambie, o ¿por qué te crees, guapito de cara, que te llevan a las televisiones? Porque eres el mamporrero de la casta para canalizar el descontento y dejar las calles bien expeditas. ¡Tú que vas a cavar “trincheras en la sociedad civil”! Si no has dado un palo al agua en toda tu vida. A ti te ponen una pala en la mano y te caes de espalda.
Sois, tú y los de Podemos, la inmundicia de la casta, sus coros y danzas.
Mira, mindundi, a veces te travistes y ladras como un rottweiler, pero no eres más que el caniche, el chihuahua de Rajoy. Te debe el poder. Te debe esa sonrisa sardónica con la que se ha reído, rodeado por el pesebre que tú le has mantenido, este fin de semana de todos los sufridos españoles.
No digo que te vayas, Pablemos, porque ni me vas a hacer caso, ni tienes dónde caerte muerto. Si no hay un cambio real, que lo habrá, te veremos entrando por las puertas giratorias.