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Nos dijeron que era para siempre: La burbuja era de pompas de jabón

Redacción




José María Aznar y Mariano Rajoy, dos desastres. /Foto: publico.es.
José María Aznar y Mariano Rajoy, dos desastres. /Foto: publico.es.

Yrene Calais

Querida Massiel: Siento decepcionarte, pero no era para siempre. Más bien, siento contrariar tus expectativas, porque pusiste mucha ilusión en el cambio de la transición y en la creación de un Estado de bienestar al que Felipe González le otorgaba perdurabilidad e inmanencia. Sé que te hubiera gustado jubilarte rodeada de focos de neón, en el foso de un gran teatro, y por un grupo de vestales, coreando al unísono: ¡Nos dijeron –y han cumplido su promesa- que era para siempre!

Yo, sin embargo, tengo otra visión de los hechos. Será para siempre solo para un grupo de nomenklatura que han consolidado privilegios y mandarinato. Me estoy refiriendo a políticos y sus adláteres, los funcionarios. Hoy día son los únicos, estos últimos, que pueden vivir tranquilos soñando con el futuro, mientras que la clase media, los empresarios no corruptos, los honrados trabajadores, viven lampando y al día. Y lo peor ya no es eso, sino que algún político mendaz, que quiso ser más socialista que Felipe y más manipulador que Negrín, cuando se llevó el oro de España a Moscú, me refiero a José María Aznar, descapitalizó este país.

Primero vendió activos, que en la cuenta de resultados aparecieron como ganancias. Ahora ya sabemos que Rato y su codiciosa familia estaban al quite y sacaban tajada de todo.

Segundo, porque intervino la agricultura, dejando a España entera en barbecho, y privándola del esfuerzo y la competitividad de su sector primario. El mensaje era muy claro: todos a estudiar a la Universidad para optar a un puesto funcionarial o a ser cocineros, que es en lo que parece que España sobresale.

Tercero, porque al intervenir el mercado urbanístico y subir los precios, bajando las hipotecas, arrastró, en esta mentira, al sector de la construcción. No hay más que darse un paseo por toda España y ver cantidad de esqueletos de los moribundos edificios, que acabarán siendo pasto de las ruinas o quien sabe, pingües beneficios para los fondos buitre, en los que trabajan los hijos de Aznar y algún que otro vástago de esta casta patricia, inmoral y de nuevo cuño.

Sin embargo, todo no acaba aquí. El problema es la perversión de la ética, de la moral, de los principios, del fair play, que cada día están más degradados. La gente cada día es más egoísta, más estafadora, más falta de profesionalidad, y lo digo con conocimiento de causa. He trabajado en el sector de la construcción, empleando, en los últimos años, a diferentes fontaneros, electricistas, albañiles…Cada uno peor que el otro. Los maestros de obras no quieren ser peones, porque –eso sí- seguimos siendo unos hidalgos de pacotilla. Y todos quieren cobrar como mínimo 600 euros a la semana, trabajen o no, porque si no no les salen las cuentas y cuando vas a pagar los 600 euros, algunos, como Conguito, te miran de reojo, y dicen, con cara de asco: “pa esto, a mí no me compensa”.

Y es que todos siguen soñando en la burbuja donde un chapista o un marmolista, colocando losetas, llevaba a su casa 4.000 euros mensuales. Y ahora se declaran en rebeldía y hacen la vida imposible al que los contrata, porque también pensaron, como Massiel, que aquello era para siempre. Y si se mueve algo el sector de la construcción es porque Mariano Rajoy, que miente más que habla, otorga ayudas para arreglar fachadas, restaurar pilares y demás. Pero si uno quiere contratar una obra a una determinada empresa, le arrancarán la cabeza ,y si lo hace por cuenta propia, le arrancarán también la salud. Así que mi consejo es que en época de tormenta no hagan obras. Y es que aún muchos no se han enterado de que la burbuja no era para siempre, sino que se desvaneció como pompas de jabón.