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Álvaro de Bazán, el invicto almirante

Redacción




Álvaro de Bazán.
Álvaro de Bazán.

Enrique de Diego

El 9 de febrero de 1588 moría en Lisboa –ciudad española, que bien pudo ser capital del imperio- Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz de Mudela, almirante invicto. Cinco días antes había sido destituido del mando de la que sería desastrosa Armada Invencible. Destitución fundamentada en supuestos retrasos, que pudieron deberse tanto al estado de salud del almirante como a su consideración de que eran medios suficientes para tan ambiciosa empresa.

Sesenta y dos años antes nació Álvaro de Bazán en Granada, correteando, desde los nueve años, por el puente de mando de la nave capitana de su padre, acostumbrándose a las cosas de la mar, donde brillaría de manera tan intensa. En 1544 participa, al mando de su padre, en la batalla de Muros. Es puesto al mando de la protección de la Flota de Indias, tan en riesgo, tan apetecida por ingleses, franceses y berberiscos. En 1554, a los 28 años, ya es Capitán General de la Armada.

Desaloja a los piratas berberiscos de las islas de Badis y Vélez de la Gomera y socorre, a Malta, sitiada por el sultán Piali Pachá.

Álvaro de Bazán va a ser clave en la gran batalla naval de Lepanto, siendo decisivo a la victoria. Acude con las 30 galeras de la flota de Nápoles y don Juan de Austria lo sitúa al mando de la retaguardia, para acudir a los lugares de peligro, a taponar las brechas. Se precisa un hombre avezado, de temple y decisiones rápidas. Primero, el ala izquierda, al mando de Agostino Barbarrigo, se aleja demasiado, permitiendo la entrada, a través de la formación, de los turcos. Álvaro de Bazán envía diez de sus galeras y tapona la brecha. Se entabla en el centro una dura lucha entre la nave capitana de don Juan de Austria y la Sultana de Alí Bajá, y allí manda otras diez galeras, que deciden el combate en esa zona, apresándose el buque insignia turco. También se quiebra el ala derecha, pero aún quedan otras diez naves de retaguardia para resolver la situación. Tres momentos decisivos que resolvió con pericia y valor, maximizando recursos.

Otra gran victoria debida a don Álvaro de Bazán es la batalla de la isla Terceira. Tras tomar Portugal por las legítimas aspiraciones a la corona de Felipe II, los franceses intervienen con una flota de 60 naves y 7.000 soldados, al mando de Brissac y Felipe Strozzi. Álvaro de Bazán está en clara inferioridad, con solo 25 naves y 4.500 soldados. Es el almirante el que ataca con decisión y toma la nave capitana, mientras la flota enemiga se pone en desbandada. No había guerra con Francia, así que los prisioneros fueron tomados por piratas y ajusticiados.

Aún dirigirá la operación para la toma de la citada Isla Tercera, en la que resalta el buen funcionamiento de la gran aportación española al arte de la guerra naval: la infantería de marina. Se trata de una operación anfibia, que será culminada con la toma de la Isla.

Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz de Mudela, es uno de nuestros grandes marinos. Nunca perdió un combate. Sus cifras son apabullantes. En su Palacio del Viso del Marqués –a medio camino entre Madrid y Sevilla- está la sede del Archivo de la Marina española.

De él escribió Lope de Vega:

El fiero turco en Lepanto,
en la Tercera el francés,
y en todo mar el inglés,
tuvieron de verme espanto.
Rey servido y patria honrada
dirán mejor quién he sido
por la cruz de mi apellido
y con la cruz de mi espada.