Enrique de Diego
El día 29 de enero, como reacción al veto presidencial del gran Donald Trump -muy justificado por la situación de conflicto y atentados terroristas- contra los nacionales de siete naciones, de mayoría musulmana (casi todos los terroristas hoy son musulmanes y matan en nombre de Alá), se produjeron protestas en los aeropuertos.
Según El País –un medio uno de cuyos accionistas de referencia es el Estado confesional wahabista de Qatar- en el JFK se reunió una “muchedumbre”. ¿Qué entiende en este caso el diario qatarí por muchedumbre? “Centenares de personas”. Es la primera vez que leo calificar de muchedumbre a “centenares de personas”, pero en nombre de la corrección política se conceden amplio margen para la manipulación.
¿Quiénes componían esa muchedumbre? Fundamentalmente abogados litigantes y ejecutivos de onegés, quienes saben que las televisiones amplificarán su presencia, como también sucedió en la estación de Munich cuando llegaron los mal llamados refugiados de todas las fracasadas sociedades islámicas. Unas decenas los recibieron agitando pancartas de Welcome y Ángel Merkel dijo que estaba muy orgullosa. Toda una patraña.
En España, por citar una de las sociedades actualmente más manipuladas, trece millones de españoles consideran que hay demasiados inmigrantes, según el CIS.
Lo que ocurre es que la destrucción de Occidente, de las naciones occidentales, de sus sociedades se ha convertido en un negocio para unas minorías, cuyos proyectos destructivos encima se presentan como “humanitarios”, cuando están sembrando el terreno de conflictos étnicos y religiosos de extraordinaria gravedad.
Una empresa española reconocida como Legalitas ofrece servicios para extranjeros, en su servicio parainmigrantes. Hay despachos de abogados litigantes especializados en extranjería. Tienen siempre en la punta de la lengua la palabra racismo, con la que tratan de coaccionar a los débiles mentales.
Las onegés se han convertido en un buen negocio y en una oficina de colocación para universitarios en paro, que pueden hacer rápida carrera. Algunas son auténticas multinacionales, como Save the Children o Médicos Sin Fronteras. Ésta última tiene una flota –al menos tres barcos- en el Mediterráneo. Han formado una simbiosis con las mafias para acarrear inmigrantes. Las mafias sueltan las lanchas atestadas y las onegés los recogen –eso forma parte del billete- y también colaboran las Fuerzas Armadas, como nuestra fragata Navarra. ¡Nunca la Armada española había hecho tanto el rídiculo!
En las onegés se ganan buenos sueldos y además dan acceso a las agencias de la ONU y, en España, a la Agencia Española para la Cooperación y el Desarrollo. En la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo están instalados como parásitos 3.000 empleados que cobran entre 7.000 y 15.000 euros mensuales, y todos ellos provienen de ONGs, fundamentalmente adictas a la corrección política, pues el requisito es “tener experiencia en cooperación”, algo que sólo se consigue o través de prácticas en ONG o de un certificado de una de ellas. Algunos de estos “humanitarios” subvencionados fueron claves en la organización del 15 M, como todo el entramado mediático, supuestamente espontáneo, organizado en torno a ese fenómeno.
También hay que contabilizar en este negocio destructivo las generosas subvenciones de la Open Society –el subdirector de El Diario es miembro de su consejo asesor para Europa- de George Soros, que se ha gastado 8.000 millones de dólares en favorecer el multiculturalismo y la destrucción de Europa, lugar que considera, a través de la UE, idóneo para la “ingeniería social fragmentaria”, un concepto de Karl R. Popper, abusivamente utilizado por su mal alumno.
Que conozcamos, en España, algunos pellizcos relevantes son 27.049 euros a Diplocat para un seminario sobre “Elecciones europeas 2014: el aumento de la xenofobia y los movimientos euroescépticos en Europa” y 80.000 euros a SOS Racismo para contraprogramar al partido identitario Plataforma por Cataluña.
A todo este negocio, hay que sumar las consejerías y concejalías de inmigración, los servicios sociales cada vez más orientados con preferencia hacia los extranjeros.
En Alemania, el efecto llamada que provocó el aluvión de los mal llamados refugiados lo provocó o emitió la Oficina para el Emigrante y el Refugiado, es decir, los funcionarios especializados, y lo extendió el lobby de onegés.
Todo este negocio es una gran conspiración para nuestra sustitución y exterminio.
La forma mejor de combatir este proceso es conseguir que deje de ser negocio, cortarles los suministros, como se hace con los ejércitos enemigos, acabar con sus subvenciones y, por supuesto, no hacerles la más mínima donación, incluida a la Iglesia Católica, que se ha sumado a este ejército de demolición. Ni un euro a las onegés, ni un céntimo de euro a la jerarquía católica, nada al Banco de Alimentos, ni a caballos de Troya similares. Un poco de lucidez y de fortaleza que nos jugamos mucho. Y, por supuesto, boicot, a quienes como Starbucks se ponen a jugar a ese suicida proceso demográfico. Con mi dinero, no. Por supuesto, consumir en comercios nacionales (el segundo socio de referencia de El Corte Inglés es qatarí).
Ya tomaremos democráticamente el poder y acabaremos con esa trama de mafias falsamente humanitarias.
http://ramblalibre.com/2017/02/08/ser-espanol-en-espana-es-una-ruina-senor-extranjero-usted-primero-por-favor/