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Pablo Iglesias, entre Sadam Husein y Stalin

Redacción




Pablo Iglesias, admirador de Castro y Chávez. /Foto: periodistadigital.com.
Pablo Iglesias, admirador de Castro y Chávez. /Foto: periodistadigital.com.

Enrique de Diego

Ese “psicodrama” –como lo ha definido Pablo Iglesias– en el que ha degenerado Vista Alegre II no va a terminar bien. Se están abriendo demasiadas heridas e incluso ha empezado la caza de brujas. Juan Carlos Monedero, el más listo y el más totalitario, ya ha apuntado a Iñigo Errejón como el culpable. Demasiado ambicioso y demasiado pronto.

Lo que está haciendo Pablo Iglesias es un golpe de mano cesaristas por el que una formación asamblearia pasa a ser una dictadura personalista, en la que el líder carismático se relaciona directamente con el pueblo, llamada gente, y en la que los impulsos van a venir de arriba, abajo y lo de andar opinando en los círculos va a ser una pérdida de tiempo, porque lo que va a tocar es obedecer.

El debate se ha convertido, de esa manera, en una lucha por la supervivencia. Quien lo ha clavado, aunque luego haya pedido perdón, ha sido Antonio Montiel, el secretario general de Podemos de Baleares. Su análisis lo ha hecho en La Morada, Valencia, y ha demostrado conocimientos y clarividencia. Montiel ha definido la pretensión de Iglesias atinadamente de “cesarismo democrático” porque “se salta a la organización y llama directamente al pueblo”. Es la fórmula “plebiscitaria”. Y ha indicado que eso es lo que hacían Sadam Husein y Franco y otros dictadores. Franco basaba su legitimidad en el caudillaje y la victoria y tenía más un antipartido que un partido: el movimiento nacional.

Sadam Hussein era el líder del partido Baaz de Irak y un pistolero consumado, desde muy joven acostumbrado a matar a sus opositores.

Lo que está copiando Pablo Iglesias es el centralismo democrático de Vladimir Illich Lenin, llevándolo a la senda de la burocratización de Stalin. Podemos, que nació con un componente ácrata, quiere ahora generar su Politburó. Errejón cumple el desmerecido papel de Trotsky, al que ya Monedero ha acusado de hereje fraccionalista. Y, como Trotsky, Errejón ha quedado atrapado en su propia ideología poniéndose en los carteles con su oponente. Aunque todo esto tiene también su parte de disputa entre pandilla de amiguetes, lo que se ve venir tras el psicodrama de Vista Alegre II es una purga. Ya se ha experimentado en Madrid y solo ha sido el comienzo.

La cuestión es si el “coletas” da para césar o para Josef Stalin o si simplemente le cae grande el proceso que él ha protagonizado hasta estos compases en los que todos están metidos en el lodo dándose golpes con saña. ¿Es Pablo Iglesias un bolchevique o un trepa?