Yrene Calais
No me gusta hacer leña del árbol caído, sinceramente no es mi estilo. Federico Trillo es un náufrago pero cuidado que puede arrastrar en su descendimiento a las profundidades a dos carreras políticas. En el caso de Bono, que está más muerto que vivo, está poniendo de manifiesto lo que ya era un secreto a voces, pero muy bien guardado por un pacto de chorizos.
Ahora quien a mí me preocupa más es María Dolores de Cospedal, que se la ve asustada, atendiendo de soslayo a las palabras de Rajoy que dedica a los familiares del Yak-42, pero con un susto en el cuerpo que parece ser, según confirman mis fuentes, que le ha dejado más de una noche sin dormir. Así son las mafias, se matan entre ellos, cuando estalla la guerra los disparos aciagos pueden herir con balas perdidas a más de uno que ha estado próximo en el juego sucio.
Federico Trillo sigue siendo el hombre que sabía demasiado y hasta altas horas de la noche esté pegado al teléfono llamando a unos y a otros. Algunos a los que les prometió, pero nunca cumplió, le han dado con la puerta en las narices, y en la lista interminable del debe y el haber, la contabilidad cada día que pasa es más fallida. Si bien es verdad que el murciano tiene patrimonio y a juzgar por algunas de mis fuentes, un inconmensurable tesoro de antigüedades, de incalculable valor, que ha traído por valija diplomática. Y entre los gitanos murcianos siempre se ha considerado la profesión de anticuario con mucho prestigio. Parece ser que las marinas de insignes firmas, compradas en la trastienda de Christies en época de crisis, y el ir y traer de aristócratas españoles a la última pregunta de las mismas, han motivado muchas horas de trabajo en la embajada, algo que es difícil en este sujeto al que el trabajo hace mucho tiempo que le dejó de motivar. Choca esto con el espíritu de la Obra, como decía San Josemaría, el trabajo, bien hecho, santifica, pero supongo que eso es para una casta inferior a la suya. Y ya no le dedico ni una línea más a este advenedizo, y sean ustedes quienes investiguen en qué ocupaba el tiempo el mayordomo infiel de Rajoy.
Bono, que apunta las maneras y la gestual del trapisondista anterior y que ha sido presidente del Congreso y ministro de Defensa, al igual que Trillo, está corriendo la misma suerte, como si de un fatalismo de vidas paralelas se tratara. Bono tendrá que dar cuentas de dónde tiene sus dineros.
Y esta gentuza de políticos profesionales, a los que Donald Trump está poniendo en evidencia y los va a hacer caer a todos, uno por uno, porque no han sido sino sablistas y extorsionadores, saqueadores de la riqueza conseguida durante generaciones por trabajadores y clases medias de este país, se van a ir por el sumidero de la historia. Ellos lo quieren todo. Quieren el dinero, quieren el prestigio y la vida de la fama, como diría Jorge Manrique, pero no son más que ciudadanos infames y la infamia vergonzante de haber estafado a un pueblo permanecerá indeleble en la memoria colectiva; comerán caviar, langosta y gambas, pero no podrán tener la paz interior y la alegría de espíritu que proporciona poder ir con la cabeza muy alta, aunque se coman patatas.
Como les decía antes, la historia de María Dolores de Cospedal, metida en un embrollo sin precedentes en su carrera política, no es nada fácil de torear. María Dolores es una chica muy mona, que cuida mucho su imagen y cuya bomba explosiva que, según el decir de muchos, está a punto de estallar, me estoy refiriendo a la carrera de su marido con consecuencias comprometedoras para su vida política, podían convertirla en una de las ministras más breves de la historia política de la democracia.