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La OTAN tiene los días contados

Redacción




Sede de la OTAN en Bruselas. /Foto: mundo.sputniknews.com.
Sede de la OTAN en Bruselas. /Foto: mundo.sputniknews.com.

Virginia Montes

El Tratado del Atlántico Norte o de Washington tiene los días contados, a tenor de las declaraciones de Donald Trump que ha calificado a la OTAN de organización “obsoleta” y en la precampaña vino a decir que Estados Unidos no seguiría pagando la factura de la defensa europea.

Nacida el 4 de abril de 1949, la OTAN surgió en el contexto de la voracidad territorial de Josef Stalin, la crisis de Inglaterra en la postguerra, es decir la incapacidad de Europa de autodefenderse, y el establecimiento de la doctrina de contención bajo Harry Truman. El Tratado de Yalta se hizo bajo el monumental despiste de un Rousevelt declinante que creía poder controlar a Stalin a cambio de atender a todos sus pedidos. Stalin se hizo con el control de todo el Este como países satélites, incluido Polonia, nación por la que se había luchado.

Winston Churchill consiguió salvar Grecia, donde las fuerzas británicas estacionadas reprimieron un pustch comunista. Lo hizo para dejar el Mediterráneo fuera de la órbita comunista, aunque éste objetivo no se confirmó hasta la victoria electoral de la Democracia Cristiana en Italia. Pero Inglaterra no podía mantener la postura de una potencia mundial: la guerra le había costado 30.000 millones de dólares, es decir una cuarta parte de su riqueza neta. En 1947, con los préstamos recibidos de Estados Unidos consumidos; un invierno especialmente crudo imposibilitó la extracción de carbón y las interrupciones en el suministro de electricidad obligaron a cerrar fábricas y dejaron sin trabajo a dos millones de personas. Inglaterra transmitió que no podía pagar la factura de defender las amenazadas Grecia y Turquía.

Truman empezó a ahormar la doctrina de la contención de la que surgiría la OTAN: “Creo que debe ser la política de Estados Unidos apoyar a los pueblos libres que están oponiéndose al intento de sometimiento de minorías armadas o a la presión externa. Debemos a ayudar a los pueblos libres a resolver a su propio modo su propio destino”. En un momento, la idea era facilitar exclusivamente ayuda económica y ese fue el fundamento del exitoso Plan Marshall, que comenzó en julio de 1948 y costó 10.200 millones de dólares al Gobierno norteamericano, que revirtieron a través de exportaciones a la economía norteamericana.

Toda Europa podía caer en la órbita soviética. Berlín tuvo que ser suministrada por aire cuando los soldados de Stalin cortaron las carreteras de acceso. La bomba atómica era el elemento disuasivo de la contención, pero a fines de agosto de 1949, la Unión Soviética hizo detonar su primera bomba nuclear. La OTAN nacida inmediatamente antes, de la doctrina de la contención teorizada por el diplomático George Kennan, fue una decisión exitosa y correcta, que estableció la situación en bloques –la URSS contestó con el Pacto de Varsovia- que perduraría durante toda la Guerra Fría.

¿Persiste esa Guerra Fría o hay que reproducirla en una segunda lectura, como pretendía Hillary Clinton y ha sido hasta el último momento la posición de Barack Obama? Eso pasa por situar a la Rusia de Vladimir Putin en la misma posición agresiva que la URSS de Josef Stalin. ¿Es eso asumible, se corresponde con la verdad? ¿Es Rusia una amenaza para Polonia? Porque antiguos miembros del Pacto de Varsovia hoy forman parte de la OTAN. ¿Puede considerarse la rerusificiación de Crimea una actitud agresiva? ¿Puede tenerse a Turquía como una nación libre con idénticos intereses a los del resto de las naciones de la OTAN?

¿Está dispuesto Estados Unidos a seguir pagando la factura de la defensa de una Europa, que a cambio juega a un pacifismo humanitario, mientras se deja invadir con cargo al contribuyente?

La estrategia de Donald Trump deja inservible a la OTAN. Pasa por el pacto y el acercamiento a Rusia, ahora acosada por sanciones económicas lesivas, y situar al integrismo como el verdadero enemigo (Trump ha rechazado suculentas ofertas de negocio de las petromonarquías), revirtiendo los catastróficos movimientos migratorios. En ese panorama, la Turquía integrista de Erdogan no es un buen aliado. Se ha llegado a contradicciones como que Estados Unidos tenga a los peshmergas kurdos como sus mejores aliados en Irak y Siria, mientras Turquía los bombardea. Y antes, a demoler el régimen de Gadafi para sumir a Libia en el caos integrista. La OTAN tiene, con seguridad, sus días contados. Pertenece a otra época y a otro contexto. No sólo se ha tornado inservible, sino que ha cometido errores imperdonables. Ahora es perjudicial. La cuestión es que Europa, ese engendro malformado de la Unión Europea, tendrá que decidir qué hace con su Defensa.