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Redacción




Julio Ariza, al servicio del PP, me silenció. /Foto: prnoticias.com.
Julio Ariza, al servicio del PP, me silenció. /Foto: prnoticias.com.

Enrique de Diego

A pesar de los obstáculos, a pesar del fuego amigo, el objetivo era conseguible y todo podía cambiar ante el terremoto que se iba a formar. Era tan conseguible que el PP se puso muy nervioso y atacó. Vaya que atacó, con la ayuda de su siempre militante Julio Ariza. Si alguno tiene la tentación de creerse este supuesto Ariza, ahora crítico con el PP, esta historia le quitará la venda de los ojos. Ariza ha chapoteado tanto en las cloacas del PP que siempre anda buscando buena gente a la que engañar para que los del PP le hagan caso. Los últimos han sido los de Vox. He visto que La Gaceta juega a esa mentira. Ni caso. No son de derechas ni de izquierdas, son de la faltriquera de Ariza.

De hecho, a Ariza le sigue protegiendo el poder, porque con las deudas que tiene, con la morosidad con Hacienda, sin pagar a los trabajadores, a cualquier le habrían cerrado y él tiene un concurso de acreedores sempiterno.

Bueno, empezaron a llamar oyentes desde Barcelona, que había dejado de escucharse, de emitirse mi programa. Se oía solo en Barcelona y en Hospitalet de Llobregat, pero se había dejado de emitir y ahora se escuchaba una tertulia pepera de un lacayismo superlativo. En efecto, Julio Ariza había dado la orden de silenciarme, al servicio del PP. Y tan al servicio que posteriormente, en la contabilidad de Intereconomía, salía reflejado que el PP de Cataluña había pagado 47.000 euros por esa tertulia lacaya, surgida en plena campaña electoral. Consiguieron su objetivo de silenciarme.

Ya era cuestión de ganar como sea. Así que le dije a Anglada que sí, que encantado de participar en el mitin de cierre de campaña y preparé a conciencia mi discurso con un fin movilizador: que cada uno hiciera campaña, que cada uno consiguiera diez votos, que fueran por los barrios de Barcelona, especialmente por los de clases medias, que aprovecharan los últimos días de campaña, que todos nos jugábamos mucho, que sudaran la camiseta.

Y llegó a mi correo el cartel del cierre de campaña y no estaba. Anglada ni tan siquiera tuvo la deferencia de avisarme. Luego tuve una conversación para besugos con David Parada que empezó diciendo que me habían vetado los austriacos, que no querían un periodista, le dije que los austriacos ni me conocían ni les importaba y terminó diciendo que me había vetado el encargado de relaciones exteriores que era amigo de aquel par de mindundis madrileños que metían cizaña para conseguir un poder inexistente.

Total, que el mitin fin de campaña, al que no asistí, degeneró en una paletada, llevando al austriaco y al flamenco de discoteca y con la resaca, los de Plataforma de Cataluña no hicieron prácticamente campaña los dos últimos días. Y con todo, el milagro estuvo a punto de producirse. Durante una hora se produjo…Y el sistema se vino abajo…