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Redacción




Con Josep Anglada. /Foto: publico.es.
Con Josep Anglada. /Foto: publico.es.

Enrique de Diego

La presentación del libro en Madrid fue un gran éxito. Acompañamos a Josep Anglada, el que suscribe, Miguel Bernad Remón, secretario general de Manos Limpias y el profesor titular de Derecho Político de la Universidad Complutense, Ramón Peralta. Era dar patina intelectual al proyecto de Plataforma por Cataluña.

Y, de pronto, sin previo aviso, se desató la tormenta en Plataforma por Cataluña en relación con la confección de las listas. Anglada había hecho un partido, pero también había desarrollado un chiringuito económicamente rentable, con su economía personal mezclada, y el negocio tenía las mejores expectativas. Trató de blindarlo, poniendo de número dos a Marta Riera, a la que estaba unido más que por la política, y a David Parada, que entonces tenía una lealtad servil, aunque no recibía un trato exquisito. Protestó Pablo Barranco, supongo que justamente crecido tras el exitazo de su acto, y planteó que no estaba dispuesto a ir detrás de ello y en plenos prolegómenos de la campaña dimitió de secretario general. Un grupo que parecía cohesionado en torno a ideales comunes se cuarteaba provocando un conflicto fuertemente utilizado por unos medios cada vez más nerviosos.

Por mi parte, organicé un acto en Barcelona de la Plataforma de las Clases Medias al que asistió como ponente Josep Anglada. Buscaba ampliar la base electoral de Plataforma por Cataluña. Tenía claro que todo se iba a jugar en Barcelona y en las clases medias, expoliadas por la casta. El respaldo fue también masivo y con un gran caudal de simpatía hacia mí. Anglada lo percibió y, al terminar el acto, me invitó a ser uno de los oradores en el mitin de cierre de campaña, al que iban a venir el líder del FPÖ austriaco y el de Vlaams Belang de Flandes. Le dije que lo pensaría, que me diera unos días para decidir.

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O pensaban que la victoria era segura o tuvieron miedo escénico a un éxito que se suponía vendría solo, pero la campaña se concibió mal. Yo llamaba todos los días preguntando qué estaban haciendo en Barcelona. Gerard Bellalta había ideado un “Anglada móvil”, con el que se podía recorrer toda Cataluña y toda Barcelona, que era clave, equipado para dar mítines y repartir propaganda. Era una idea brillante, porque pronto el silencio mediático se hizo espeso. Y el PP, a golpe de talonario, me silenció en Barcelona. Pero el “Anglada móvil” no se movía y no se hacía campaña en Barcelona. Se perdía el esfuerzo en pequeños actos en sitios seguros. Anglada ha pagado caro cierta tendencia a vender la piel del oso antes de cazarlo.