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Las tinieblas de satanás se disipan

Redacción




Enrique de Diego

Este es un mundo satánico porque satanás como dicen los Santos Evangelios es el padre de la mentira y es la mentira la que domina el mundo, como ya dijo Jean François Revel. Y desde que lo dijo la mentira no ha hecho otra cosa que crecer camuflada en el relativismo, esa doctrina perversa y luciferina que al negar la existencia de la verdad da carta de naturaleza al reinado de la mentira y la manipulación. Los efectos han sido corrosivos en la vida de las personas y de las sociedades, porque satanás primero te miente, con la eterna tentación del poder, y luego te destruye.

Pienso, por ejemplo, en los efectos demoledores en mi profesión periodística donde los medios se han abismado en la mentira y los profesionales prostituidos adulan al poder y manipulan sin ningún escrúpulo moral al servicio de los intereses de sus pervertidos empresarios.

Cada día la gente es más incapaz de ver la realidad y de comunicarse, porque para comunicarse tiene que haber un bien y un mal, una verdad y una mentira, un código ético, aunque sea incluso para transgredirlo. La gente no se aguanta, nada dura ni permanece, no hay compromiso que se sostenga, ni se hace el más mínimo honor a la palabra y todos tienen al alcance de su mano más medios y redes sociales para incomunicarse más y más. Me parece aterrador, por ejemplo, que sólo el 22% de los españoles se casen por la Iglesia porque el matrimonio precisa la ayuda de la gracia de Dios sacramental. Cuando veo a gente que se casa en el Ayuntamiento o en el Juzgado me da mucha pena porque es ya firmar el divorcio. Tengo amigos que quieren tener hijos pero no encuentran con quién. La promiscuidad ha destruido el amor y todo se ha tornado efímero, banal y frustrante. Las televisiones parecen hechas para indigentes mentales en proceso de regresión a una estupidez insustancial. He visto que hay hasta un programa para encontrar pareja ante las cámaras. ¡Qué asco de sociedad!

Y lo mismo en la vida de las sociedades, a las que se han ofrecido quimeras destructivas como el laicismo, el multiculturalismo, la supranacionalidad y el gobierno mundial del caos. Las sociedades han perdido sus referentes morales y se han fragmentado y se han incomunicado. Ya no se sabe por qué celebramos la Navidad, ni por qué los Reyes Magos han de ser varones, ni tan siquiera sabemos por qué y cómo felicitarnos.

Pero las tinieblas de satanás se están disipando, se están abriendo jirones y claros cada vez más grandes, que animan a la esperanza y a la certeza y junto a la alegría representan esos signos una llamada a la regeneración personal, como base de la social. Pienso en Donald Trump, un hombre con tantos defectos, pero con tanta claridad, con tanta verdad. Muchas de las cuestiones que están sucediendo no se entienden sin una intervención de Dios, quien tiene sus delicias en los hijos de los hombres. Cuando parecía que las sociedades ya no tenían solución, está se está abriendo paso a una rapidez que puede resultar difícil de asumir. El reino de satanás está desapareciendo por días, eso sí, entre bramidos patéticos.

San José, terror de los demonios, ruega por nosotros.