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Redacción




Josep Anglada. /Foto: ramblalibre.com.
Josep Anglada. /Foto: ramblalibre.com.

En aquel año, mi posición en Intereconomía era de progresivo aislamiento, me habían relegado a Radio Inter, incluso Julio Ariza había llegado a dejar la primera hora de mi programa sin frecuencia. Había puesto en marcha, unos años antes, la Plataforma de las Clases Medias que había desarrollado un exitoso y heroico activismo en la calle y tenía una editorial.

Por esta última vía es por donde se inició la colaboración con Anglada. Éste, con el lema “Primero los de casa” había conseguido cierta implantación en toda Cataluña y contaba con 17 concejales. Al primero que conocí y traté de su entorno fue a David Parada, que era el secretario general de las juventudes, familia del Parada de “Cine de barrio”. Querían ver si podía publicar en mi editorial un libro de Josep Anglada, que como es habitual en la política, se lo iban a escribir. Dije que sí. De eso se iba a encargar José Enrique Rosendo. Todo un personaje.

Rosendo, que falleció en enero de 2016 de un infarto, me fue presentado como quien iba a ser jefe de campaña de Anglada. Sevillano y militante del PSOE, como luego se iría sabiendo. Hijo del exalcalde socialista de El Pedroso y él mismo exconcejal de Cultura de ese pueblo. Decía estar casado con una nieta de Franco, que ve tú a saber, con tanta mentira en este doble agente. Y que se iba a trasladar a Barcelona a vivir durante toda la campaña electoral. La jueza Mercedes Ayala lo acusaba de haber estafado la friolera de 34 millones de euros de las subvenciones de los ERES, montando una red falsa de empresas, muchas de ellas sin actividad ni trabajadores, y le había impuesto una fianza de 26 millones. Todo esto, obviamente, se supo después. Rosendo entregó un voluminoso libro y desapareció de escena.

A través de mi programa de radio, empecé a dar cancha a Anglada. Mi relación con Plataforma por Cataluña se estrechó cuando me invitaron al acto de la presentación de la candidatura de Pablo Barranco Schnitzler a la alcaldía. Fue un acto muy bien organizado, con una amplia respuesta, más de dos mil personas, con conexión fervorosa entre el público y los candidatos. Todo hacía presagiar lo mejor. El objetivo parecía alcanzable. Pablo Barranco era y es un empresario de éxito, con una buena formación y que, como he dicho, en el acto demostró capacidad organizativa.

El evento intentó ser boicoteado por unas decenas de manifestantes de la CUP a los que nadie hizo ni caso. Allí vi a Yolanda Couceiro Morin. Y conocí a otros dirigentes de nivel como August Armengol, de Vendrell, y Gerard Bellalta, otro empresario con ideas claras y mucha capacidad de iniciativa.

Empezó a haber en días ulteriores pequeños y absurdos contratiempos. Planteamos organizar la presentación del libro en Madrid, como una forma de lanzamiento nacional de Anglada y para conseguir una repercusión mediática añadida en Cataluña. Me presentaron a un par de jóvenes que eran como los hombres de Plataforma en Madrid, y que no tenían ninguna relevancia, y que en vez de dedicarse a ayudar a organizar el acto se pusieron a pelear por un poder que no existía y a enredar con debates pseudoideológicos. Y también se hizo notar un personaje secundario, con un digital en Málaga, que, al parecer estaba dolido porque no le habían invitado al acto de Barcelona y no le habían puesto publicidad, junto con un tal César Román, que es un estafador vocacional y compulsivo, y que había tenido conflictos anteriores con Anglada. La mezquindad del factor humano daba pequeños alfirelazos. Y, de pronto, sin previo aviso, estalló la tormenta en Plataforma por Cataluña.