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Lo han vuelto a hacer

Redacción




Nochevieja del año pasado en Colonia. /Foto: elperiodico.com.
Nochevieja del año pasado en Colonia. /Foto: elperiodico.com.

Yolanda Couceiro Morin.

Ante la impasibilidad de las élites, el silencio de los medios «mainstream» y la incapacidad operativa de las fuerzas de seguridad para hacer frente al problema, Europa se sitúa otra vez frente al espejo que le muestra la aterradora realidad importada del tercer mundo. Una especie de «reality show» en el que las mujeres blancas europeas son violadas y los ciudadanos europeos viven y sobreviven como extranjeros en su propia tierra.

No tenemos demasiados datos todavía. Las autoridades se encargan de «filtrar» determinadas noticias relativas a refugiados e inmigrantes y su vinculación con delitos sexuales para que no vean la luz o lo hagan tarde y mal. Lo que sí está claro es que lo han vuelto a hacer. Los refugiados a los que acogemos en nuestra casa, Europa, han vuelto a mostrar de lo que son capaces y su verdadero rostro en lo relativo al nulo respeto que demuestran por nuestras leyes y costumbres. Queda claro, nítido otra vez, que nuestra democracia y nuestra defensa de los Derechos Humanos les preocupa y ocupa más bien poco.

Mientras vamos conociendo más datos, desde Austria llegan noticias que confirman que los servicios de emergencia de todo el país se vieron saturados durante la pasada Nochevieja debido a las innumerables denuncias relacionadas con agresiones sexuales que se interpusieron ante las autoridades. Las denuncias tenían un denominador común: fueron cometidas por hombres jóvenes y fuertes de apariencia extranjera.

A pesar de que los ataques más conocidos del año pasado se produjeron en Colonia, muchos otros fueron protagonizados por refugiados en Austria. Parece que la situación no ha cambiado en absoluto, y a los asaltos sexuales se añaden ahora ataques indiscriminados con potentes e ilegales fuegos artificiales, lanzados entre gritos de «¡Alahu Akbar!», que han producido decenas de heridos entre los ciudadanos concentrados para festejar el cambio de año. Una especie de entrenamiento para la «intifada» que viene.

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Mientras gotean las noticias que informan de todos estos casos, ya se van conociendo más detalles de algunos de ellos. En la ciudad de Salzburgo, una mujer de 31 años sufrió un intento de violación a manos un refugiado de 18 años. El refugiado afgano, absolutamente borracho, trató de besar a la mujer en los labios durante la celebración de Nochevieja. La cosa no pasó a más ya que los amigos de la mujer lograron repeler la agresión.

En el Tirol, 18 mujeres han denunciado ante la policía haber sido atacadas por un grupo de hombres en el mercado de Innsbruck. Las mujeres sufrieron a un grupo de atacantes de pelo negro, con barbas cortas y con «apariencia del sur«, una denominación utilizada en Alemania para describir a hombres de origen magrebí.

La valentía de las mujeres las llevó a sacar varias fotografías de los hombres con sus teléfonos móviles, pero debido a la oscuridad la policía no ha podido verificar su identidad. La policía ha descrito los ataques como coordinados, al igual que ocurrió en Colonia hace un año: un grupo de inmigrantes rodeaban a las mujeres y las sometían a todo tipo de tocamientos. Este modus operandi es conocido como «Taharrush» en Oriente Medio y el Norte de África. Los más llamativo del caso es que la propia policía de Innsbruck ha descrito los sucesos como algo que «nunca habíamos visto antes. No podemos recordar algo de esta intensidad, a esta escala y con este modus operandi».

En la capital de Styria, Graz, una mujer de 26 años denunció una agresión sexual. Dos hombres de entre 25 y 35 años de edad la asaltaron a la 1:30 de la madrugada cuando regresaba a casa. La mujer los ha descrito de «aspecto extranjero«.

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Lo chocante del caso es que las autoridades ya conocían el peligro. Antes de fin de año, en Viena se repartieron más de 6.000 «alarmas anti violación» para disuadir a los posibles atacantes. Parece que de momento es todo lo que saben o quieren hacer nuestros dirigentes: alarmas anti violación en vez de expulsión inmediata de los violadores.

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