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Podemos como fracaso: los siervos de la corrección política

Redacción




podemosmeme

Miguel Sempere

Podemos está estancado en sus expectativas de voto. Esa amalgama que cohabita en la marca Podemos –incluido el del heteropatriarcado, Alberto Garzón– se mantiene estable: hay negocio, puestos para los nuevos políticos profesionales. En cuanto que el PSOE se debilita, se produce el anhelado sorpasso, sin que ello debilite al PP, para el que Podemos se ha convertido en el mejor aliado objetivo.

Eso en términos accidentales, en los esenciales, Podemos puede darse como fracasado. No sirve a los ciudadanos sino que se sirve de ellos. Sus dirigentes son los nuevos políticos profesionales, en efecto, y cada vez se les nota más: los hijos de la casta de izquierdas como Ramón Espinar o Rita Maestre. Sus debates son ya de viejos prematuros de la política: entre el centralismo democrático leninista de Pablo Iglesias –todo el poder para el césar y sus cortesanos- y el sistema proporcional de Iñigo Errejón: reparto del poder entre las sensibilidades.

No es que Podemos esté desconectando de las preocupaciones reales de la gente, es que ellos no son gente, son castuza universitaria; ni tienen solución alguna. Les inhabilita su sumisión sectaria a los dictados estúpidos y corrosivos de la corrección política, que es la demolición –mediante la expoliación- de la gente.

Podemos no es populismo. Es, simplemente, más de lo mismo y aún mucho peor. Por eso nunca gobernará. Podemos es pasado.