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Nos dijeron que era para siempre: José María Aznar

Redacción




José María Aznar. /Foto: infolibre.com.
José María Aznar. /Foto: infolibre.com.

Yrene Calais

Allá por las postrimerías de los noventa, solía salir un político en la televisión llamado José María Aznar, que más parecía un teleñeco de voz trucada repitiendo dos frases inconsistentes: “el cero patatero”, que es lo que le daría yo a toda su trayectoria política, y el “España va bien”.

Para mí este politicastro, muy de tercera fila, o quién sabe si no de telonero, me mostró su faz una tarde en Benidorm ante una escuálida multitud que le vitoreaba. “¡presidente! ¡presidente!”. Mientras él, ufano y henchido de poder cual césar imperator, miraba a los cuatro gatos que allí se dieron cita. En verdad, ahora puedo decirles que este tipo no daba la talla ni para presidente de la comunidad de vecinos.

Un conocido periodista, al que él debía mucho, pues es un individuo ralo culturalmente y harapiento intelectualmente, casi un menesteroso, o como ahora se llama, indigente mental, que le había formado en algunas lecturas y en lo que ha sido luego su modus vivendi oficial, la FAES, me estoy refiriendo a las teorías económicas liberales, le preguntó el porqué defendía con tan fiereza la progresividad fiscal, más propia de la socialdemocracia, que de su idearium politicorum de la derecha. Y es que las teorías del laissez faire eran para él mocosuena y jamás se había puesto a tocar la música con partitura. En resumen, después de intentar humillar a aquel periodista diciendo que no necesitaba su voto, que ya andaba muy sobrado, y precisamente perdió esas elecciones, miró a la multitud entre los que se encontraban Esperanza Aguirre, el enano traidorcilllo, embajador indigno, Federico Trillo, Eduardo Zaplana y algún que otro arribista más, con aire despectivo y demente.

Ahí yo ya me percaté, porque soy Yrene de Calais y todo lo calo, que este individuo no estaba bé del cap, como decimos los valencianos. Aznar es un hombre con una tendencia depresiva que ha acompañado el paso de sus días. Esto lo ha mitigado siempre con fuertes dosis de cafeína. Recuerdo una vez entrando a su despacho, cuando afrontaba unas elecciones, con resultado incierto, que en su mesita de Génova podría haber consumido muy bien doce latas de Coca Cola. Decía un gran médico homeópata unicista, llamado Hanneman, que la cafeína desvirtúa la percepción de la realidad, que crea un pensamiento artificioso y un blablablá verborrágico e inconsistente. Yo no sé si en el caso de Aznar, según fuentes, esta adicción a la cafeína la compatibilizaba con algún que otro psicofármaco estimulante, pero el resultado ha sido nefasto para la población del territorio nacional.

Aznar sólo buscaba la adulación, sólo quería la vanagloria y que la historia lo recordara como un gran estadista y, con todos mis respetos, Aznar ha sido el gran fiasco y posiblemente el peor presidente que haya tenido la democracia; vamos, una mierda pinchada en un palo. “España va bien” fue una llamada a los pobres del mundo, a la islamización de España, a crear ghettos marginales y de delincuencia; gente que no tuvo nunca que haber venido, porque han recibido mucho más de lo que han dado y porque se han cargado todos los fondos que habíamos consolidado durante generaciones –abuelos, padres e hijos. Han roto el cerdo y se han quedado con la mejor parte: sanidad gratis, educación gratis, Cáritas gratis (por cierto, yo ya no doy ni un céntimo al cepillo, porque me gusta saber a quién ayudo y no estoy dispuesta a financiar a la gente que está destruyendo nuestra civilización), paguicas de 400 euros (y no se lo des, porque no tardan nada en llamarte racista). Los funcionarios del INEM están asustados, porque de vez en cuando aparece gente que ha consumido ya sus prestaciones sociales, o las ha perdido porque pretenden cobrarlas y vivir en su país, y la lían parda, chillando, van sucios, molestan en metros y autobuses, insultan a las mujeres…

Y de todo esto, sólo hay un responsable: José María Aznar, comprado por los Soros de turno, a él y a su mediocre familia; algún día nos enteraremos del dinero que tiene fuera, según fuentes solventes. Y España no iba tan bien. Usted, Aznar, vendió activos, puso en circulación una masa monetaria no homogénea, se endeudó y, para postre, estaba en todos los fregados: en Maastricht, en el sueño de una noche de verano inventando una moneda, en las Azores con Bush y, como ya dije hace unos días, poniéndose el mundo por sombrero napoleónico. En fin, aquello todo era artificio, mentira. Y después de la fiesta, que nos dijeron que era para siempre, tiene un país lleno de basura, que a ver quién es el guapo que la barre. ¿A quién pretendía engañar, teleñeco de cuarta? A mí no. Váyase a la mierda, Señor Aznar, maldito loco.