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Le llaman terrorismo pero es islamismo

Redacción




Musulmanes. /Foto: elregresa.net.
Musulmanes. /Foto: elregresa.net.

Miguel Sempere

Le llaman terrorismo pero es islamismo. Le llaman terrorismo para no llamarle islamismo. E incluso le llaman yihadismo para no llamarle ni terrorismo ni islamismo.

Terrorismo es imponer una idea política por el terror. Pero aquí se trata de exterminar. Se trata de imponer un fanatismo religioso mediante el exterminio.

Con frecuencia se dice que nuestras Fuerzas de Seguridad están mejor preparadas por la trágica experiencia del terrorismo de ETA. El terrorismo de ETA fue selectivo, basado en criterios totalitarios de culpa, pero sólo fue indiscriminado en el atentado de Hipercor y ello conllevó un intenso debate en el entorno etarra.

El islamismo entraña terror pero niveles indiscriminados, de exterminio. Si el islamista pudiera matar a todos, lo haría. Si tuviera armas de destrucción masiva, las usaría sin dudar.

El islamismo conlleva que el terrorista considera que está haciendo la voluntad de Alá –Daesh acaba de calificar a Erdogan y a su Gobierno de “Estado apóstata”, su sangre es lícita- y que por sus crímenes se está ganando el cielo y cuantos más mate, mejor, más méritos, puesto que El Corán le manda “Matad a todos (los no musulmanes) allá donde los encontréis”, y esa es la única aleya válida para la relación con los no musulmanes. Y El Corán le enseña que “los no musulmanes son peores que alimañas a los ojos de Alá”.

Se le llama terrorismo (o lo de yihadismo, que tiene una connotación incluso positiva) para seguir manteniendo un manto de ocultación sobre el origen del problema, porque de esa forma se extiende un camuflaje sobre el islamismo y no pueden plantearse preguntas clave y claras del tipo: ¿qué se enseña en las mezquitas? ¿se incita al odio? ¿qué dice El Corán? ¿se pueden admitir sociedades paralelas de las que salen musulmanes dedicados a exterminar? ¿tiene alguna lógica que reciban fondos públicos organizaciones islámicas cuando producen tan crueles asesinos? ¿puede convivirse con musulmanes? ¿puede admitirse una religión que promueve el odio y que legitima el asesinato y el exterminio? ¿debe ser ilegalizada? ¿qué responsabilidad incumbe a los dirigentes políticos al haber permitido el desarrollo subvencionado del islamismo? ¿el asesino interpreta correctamente o no El Corán?

Todas estas cuestiones, que son las que van a dominar el debate en un futuro próximo, han venido siendo hurtadas mediante conceptos manipulados, con los que funcionan los políticos y que imponen a las policías europeas, que están haciendo terribles ridículos, del tipo de “radicalización”, como si fuera una especie de ventolera momentánea que les da algunos, mientras el resto son “moderados”. Como es sabido, durante una etapa se impusieron toscas manipulaciones como situar a los asesinos como enfermos mentales o depresivos. Y no digamos la primera de todas, de la que aún quedan ecos, con aquello tan mendaz de “el islam es la paz”.

No es terrorismo, no es la Baader Meinhof ni las Brigadas Rojas, ni tan siquiera la OLP. Es islamismo, es fanatismo religioso que se enseña en las mezquitas.

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