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Honor a las víctimas sin nombre

Redacción




Víctimas sin nombre: masacre Niza. /Foto: elpais.com.
Víctimas sin nombre: masacre Niza. /Foto: elpais.com.

Enrique de Diego

No se facilitan sus nombres. Es una consigna de la casta que los medios llevan a rajatabla. Nada conocemos de sus vidas, de sus ilusiones y de sus esperanzas. No sabemos nada de sus familias, de sus viudas, de sus huérfanos, de sus padres, de sus madres. Ni tan siquiera sabemos como han evolucionado los heridos, si han sido datos de alta, si han recuperado sus vidas, si les han quedado secuelas. La oscuridad es tal, la conjura de silencio completa. Ni un solo medio de comunicación ofrece ningún reportaje sobre las víctimas, ni sobre la nueva vida de los heridos. Nunca existieron. Su memoria ha sido borrada por la clase dirigente y por la tiranía mediática.

Hablo, por ejemplo, de los doce muertos el 19 de diciembre de 2016 en Berlín, de los que sólo hemos conocido el nombre del conductor asesinado, el polaco Lukazs Urban, y de manera muy incidental y efímera. De los 84 muertos el 15 de julio de 2015 en Niza, tampoco de los 50 heridos en estado crítico. Hemos de suponer que superaron esa situación, pero ¿han quedado mutilados, se recuperan plenamente? Muchos eran niños. El asesino islamista tuvo un especial interés en arremeter contra un tío vivo. ¿Cómo eran esos niños? ¿Cómo eran sus caras? ¿Cómo han quedado sus familias?

Hablo, por ejemplo, de los 31 muertos el 22 de marzo de 2016 en el aeropuerto de Bruselas. ¿Cómo se llamaban? ¿Hacia dónde iban, de dónde venían? ¿Qué aspiraciones tenían en la vida? ¿En qué se ufanaban? Y ¿qué ha sido de los 187 heridos? ¿Han mejorado? ¿Han vuelto a la vida normal? ¿Han vuelto a coger un avión?

Hablo, por ejemplo, de los 130 asesinados en París el 18 de noviembre de 2015. ¿Cómo se llamaban? Y los más de 350 heridos, ¿hacen ya vida normal?

Conocemos los nombres de sus asesinos. Nos han puesto en todos los informativos sus fotos –en Rambla Libre no, nunca-. Han colgado y difundido sus vídeos buscando un protagonismo postmortem y tratando de captar émulos. Pero nada de las víctimas. ¿Por qué? Porque en cuanto terrorismo indiscriminado somos todos y cada uno de nosotros. Para que no nos pongamos rostro. Para que no nos identifiquemos con ellas. Y, sobre todo, para que sus semblantes, sus nombres no recriminen a una clase política, entre cruel e incompetente, que ha alimentado y financiado a los asesinos, que los ha dejado entrar y los ha albergado, que les ha dado el dinero para que compren sus armas, que les ha protegido.