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El mediocre Zaplana tiene la culpa

Redacción




Eduardo Zaplana. /Foto: cadenaser.com.
Eduardo Zaplana. /Foto: cadenaser.com.

Yrene Calais

¿Se acuerdan de un político de la era Aznar apellidado Zaplana y de nombre Eduardo? Hagan memoria, porque él, junto al prepotente de Aznar, hicieron mucho daño a España. Comprendo que muchos pensarán que este advenedizo consiguió la paz social con los sindicatos y demás blablablá. El mayordomo lacayo de Aznar, al igual otro mayordomo no menos lacayo que ahora ostenta el poder máximo en RTVE, José Antonio Sánchez, y tantos otros felpudos serviles sólo tenían como misión el decir sí bwana al alucinado de Aznar, que, por cierto, últimamente está haciendo el ridículo más espantoso.

Es como Camilo Sesto cuando se escondía entre bastidores y pretendía salir al escenario a cantar Jesucristo Superstar y una barrera policial le redujo diciéndole que él la había representado muchas veces, y que ya no era ni su turno ni su papel, pues esto mismo le ocurre a Aznar, de labio leporino operado, aunque sin barba ni bigote sigue siendo un superstar que no se acostumbra al anonimato. Es penoso; el crepúsculo de los dioses.

Zaplana, sin embargo, optó por un papel más discreto y muy bien remunerado. ¡Quién me iba a decir a mí que aquel cartagenero gordo y sin clase que conocí una tarde de toros en Alicante, acompañado de su distinguida esposa, Rosa Barceló, inculto y metido en la mierda del caso Naseiro hasta las trancas, buscando desesperadamente ayuda de un joven director de Abc de Alicante, bien posicionado en las alturas del PP y del periodismo nacional, iba a llegar tan alto y a convertirse en el enemigo número uno de mi familia! Sí, ¿lo has escuchado bien? Yrene de Calais ha tardado algunos años en escribir este artículo, pero tienes merecido lo que te ocurre por ser un ser cruel, insensible, despiadado y desagradecido. Nunca le podrás pagar a aquel periodista que salvara tu carrera. En Génova no te querían. Anson te consideraba un mequetrefe, pero como mediocre que eres, al igual que todos tus correligionarios de partido, porque si algo tenéis en común los miembros de ese partido maloliente llamado PP, cuyo cadáver, aunque no lo creáis, se pudre bajo las noches sin luna, es la mediocridad; incompetentes, frívolos y de una mediocridad que da escalofríos.

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Mediocridad que se perpetúa en vuestro ADN. Hasta el punto de que cada vez sois más mediocres, más alejados de las necesidades sociales, y más mendaces; pues bien Zaplana, de nada te sirvió acabar con un amigo bueno que te intentaba proteger y sacar adelante, porque fuiste el primero en salir del Partido Popular. Roma no paga traidores. Pero a ti te han pagado muy requetebién, con tu sueldo vitalicio de presidente, más todos los emolumentos de Telefónica y quien sabe de alguna farmacéutica que haya podido cargar con los gastos de tu trasplante de médula. Y no Zaplana, no estás curado. Se te ha dado una prórroga, pero la mujer de la guadaña, implacable, vendrá sobre ti y también sobre mí. Y una parte importante de la culpa de mi enfermedad y de mis sufrimientos la tienes tú. Y no Zaplana, no te vas a curar, porque lo que tienes enfermo es el alma y desgraciadamente para eso no hay trasplantes. Has hecho mucho mal a la sociedad. Has dado pagas a vagos y maleantes. Has promovido los getos sociales, trayendo a gente de fuera, inmigrantes que están precipitando la caída del Estado de bienestar de los sufridos españoles que llevan generaciones cotizando y que temen por sus pensiones. Y no bastándote con esto, ahora montas, desde la sombra, Ciudadanos para descabalgar, dentro de tu trayectoria de traición, a las huestes del PP y, en suma, la mano que te ha dado de comer y te ha cubierto de oropeles. ¿A quién has querido engañar? A mí no, desde luego. Tenía 26 años cuando te conocí, me miraste con esa sonrisa socarrona con la que suelen mirar los mediocres y los malvados. Supongo que ya estabas aleccionado contra mí, por otro grupo de más mediocres que nutrían tu partido en Alicante. Que el cielo te juzgue, tramposo.