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El periodismo hoy es terrorismo: víctimas sin nombre ni rostro

Redacción




berlin

Miguel Sempere

Cada atentado musulmán sigue un protocolo de manipulación mimético, en el que participan -en el engaño- en comandita, del brazo políticos y medios de comunicación.

1.- Esperar el máximo tiempo posible a confirmar que se trata de un atentado, aunque las evidencias sean clamorosas. Durante casi veinticuatro horas, a pesar de la obviedad de una masacre islamista, calcada de la de Niza, se ha estado utilizando el término accidente e incluso se ha llegado a titular «Camionero mata a 12 personas». Se pretende disuadir a la gente de expresar cualquier tipo de indignación, adormecerla.

2.- Por supuesto, el término musulmán está por completo prohibido. Son cualquier cosa menos lo que son: musulmanes. Son locos, depresivos (o incluso es que se trata de una cuestión «cultural», como la violación de occidentales, como ha expresado una diputada sueca de esa secta destructiva que denominamos feminismo). Incluso funciona lo islámicamente correcto, de forma que son radicales que se han radicalizado, dando a entender que el resto -no generalicemos, sigamos muriendo en silencio, por los errores multiculturales de los traidores gobernantes- son moderados, y que esos radicales les ha dado una ventolera o una especie de gripe. Se llega a decir que se radicalizó en muy poco tiempo. ¡Cuánta estupidez hay que soportar en este mundo depravado, lleno de adormecidos estultos!

3.- Donde impera la más absoluta censura, al servicio de los fines del terrorista, es respecto a las víctimas, que son ocultadas, no tienen nombre, ni rostro, no tienen personalidad, ni narrativa. ¿Por qué estaban en el mercadillo navideño? ¿Cuáles eran sus circunstancias, sus ilusiones? No sólo se las mata, sino que además se proscribe su mención, se mata su memoria. Es un terrorismo mediático al servicio de los políticos. Y es un terrorismo mediático generalizado en prácticamente todos los medios. Ni una sola foto de las víctimas. Ni un reportaje. El periodismo hoy es lacayo y es terrorismo. Ni una entrevista a sus familiares, salvo que se trate de los de un herido. Se trata de que el ciudadano no se identifique con la víctima, no perciba que el terrorismo indiscriminado implica una voluntad genocida; que el terrorista ha matado a cuantos podía y si hubiera podido hubiera exterminado a todos y que es musulmán y que ha sido traído por los dirigentes. El periodismo calla, silencia a las víctimas y sólo centra la atención en el asesino.

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4.- El sistema utiliza las masacres para legitimarse, sin asumir nunca responsabilidad alguna. Da ruedas de prensa sin preguntas. Responsables amorfos, sin vitalidad, de tanta corrupción moral y económica, siempre dicen que se audotarán de más presupuesto y policía. Se alaban unos a otros por el buen funcionamiento de los bomberos, por la profesionalidad del personal sanitario, por la tranquilidad lanar de la población y por la silente prudencia de los medios de comunicación. ¡Políticos alabando a los medios lacayos! Luego vienen los minutos de silencio, las vagas solidaridades y los homenajes anuales, escenificaciones todas en las que los políticos utilizan y sustiuyen a las víctimas en su propio beneficio.