

Virginia Montes
Copto significa egipcio. De los tres grandes patriarcados de los primeros tiempos cristianos, Roma, Antioquía y Alejandría, la Iglesia Copta Ortodoxa es heredera de esta última; sus miembros son también herederos de los antiguos egipcios. La conversión al cristianismo es el fruto de la prédica de San Marcos, el autor del segundo Evangelio, en el siglo I, en la época de Nerón.
Además, de un Papa propio, el 4 de noviembre de 2012 fue elegido como el 118 patriarca Tawadoros II, tiene también dos patriarcas: el de Etiopía y el de Eritrea.
El patriarcado de Alejandría desarrolló su Iglesia propia a raíz del Concilio de Calcedonia, año 451, en los intensos debates cristológicos. Los coptos afirman que Cristo sólo tiene una naturaleza divina; son, teológicamente, monofisistas.
Los coptos constituyen una minoría, 10% de la población egipcia, laboriosa, exitosa comercialmente y presentes en algunos gremios como el de la joyería.
Nabil Saad es copto. Huyó a Holanda con sus hijos donde se le niega el asilo porque Egipto figura en la casilla de “país seguro”. Raptaron a su esposa y les hicieron llegar que la soltarían si se la familia se convertía al islam. Secuestraron al hijo varón del colegio. Pasaron tres años escondiéndose de casa en casa, “nos trasladamos doce veces, nos escondimos mucho y pasamos mucho miedo”.
Un funcionario holandés les aconsejó que, para vivir seguros en Egipto, lo mejor es que se convirtieran al islam. Nabil Saad pide que “no nos entreguen a los mismos de los que he huido. Nosotros ni adoramos ni creemos en Mahoma, ni lo haremos nunca. Tenemos nuestra religión y nuestro Dios nos ayudará a salir adelante”.
Muchas mujeres coptas son secuestradas. Son cofradías musulmanas integristas, próximas a los Hermanos Musulmanes, las que desarrollan una persecución constante bajo la máxima musulmana de “conviértete o muere”. Basta que corra el rumor en un poblado de que un copto pretende a una musulmana para que las casas sean asaltadas y destruidas.
Hay muchos coptos en la diáspora: doscientos mil en Estados Unidos.
El atentado, el pasado domingo, contra la catedral copta de El Cairo se perpetró con una bomba en la zona donde asistían las mujeres y los niños, con veinticinco muertos y casi cien heridos. Una crueldad añadida para sumir a toda la comunidad en el terror.
Coptos fueron la veintena de trabajadores que fueron degollados por Daesh en Libia.
Nunca, como a raíz de la primavera árabe de Obama, habían sido tan perseguidos y habían sufrido tanto los coptos.