Miguel Bernad Remón. Abogado. Secretario General de Manos Limpias.
Desde hace bastante tiempo estamos asistiendo a la descomposición del régimen instaurado de la Constitución de 1978.
Los últimos años están representando el final de un sistema que, de momento, se mantiene por los intereses partidistas y personales de sus organizaciones y de sus miembros.
No hay parcela de nuestro actual sistema que no esté tocada de muerte.
Un poder ejecutivo (Gobierno) con una gran parte de sus miembros corruptos, blindándose con puertas giratorias y otros privilegios. Unos ejecutivos que han ninguneado al legislativo con uso abusivo de los decretos-leyes.
Un poder legislativo que ha ido elaborando leyes, muchas de ellas con el rodillo de la mayoría absoluta. Y lo que es más grave, leyes que posteriormente no se aplican en las comunidades autónomas, negándose abiertamente a su cumplimiento.
Un poder legislativo caótico en las comunidades autónomas con una tremenda diarrea legislativa cuya consecuencia es la vulneración del principio constitucional de seguridad jurídica y el principio de igualdad de todos los españoles ante la Ley.
Un Poder Judicial y Ministerio Público, totalmente politizados con 200 varas de medir y que conjuga los tiempos procesales con los tiempos políticos.
La corrupción generalizada en todos los ámbitos de la Administración Central, Autonomías y Ayuntamientos. La corrupción del sistema ha adquirido carta de naturaleza y no existen ni mecanismos personales, ni materiales capaces de acabar con esta lacra.
A mayor abundamiento de corrupción y de descomposición del sistema, lo representa el reto, el desafío independentista catalán, sin haber tenido la respuesta adecuada por parte de los sucesivos gobiernos de España. Creer que el conflicto se solucionaba a base de dar más financiación a los gobiernos catalanes ha puesto en grave riesgo la unidad de España y la convivencia de todos los españoles.
Nos encontramos en el final de un régimen, de un sistema que se lo han cargado precisamente aquellos que deberían ser sus máximos defensores.