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El Lagarto de V se ha quitado la careta

Redacción




Albert Rivera. /Foto: cadenaser.com.
Albert Rivera. /Foto: cadenaser.com.

César González. Periodista.

Un pletórico Mariano Rajoy ha proclamado que “los adanes de nuevo cuño, cuánto más se les conoce, menos votos van a tener en el futuro”. El astuto gallego ya se imagina recogiendo los fardos de votos azules que se le volvieron naranjas. Eso le hace sonreír.

Mientras el Adán tácito, Albert Rivera, en una visita sin pena ni gloria a la Comunidad Valenciana hacía público su apoyo al club del dátil para apuntalar el aislamiento de la eurodiputada Carolina Punset y el Síndic en las Cortes, Alexis Marí. Como ya le hicieron a Fernando Sepulcre en Elda, está curtido en eso de que el aparato de los partidos que ha representado le vuelvan la espalda. Algunos creerán que nunca se ha visto nada igual, pero se ha visto y yo lo visto. Se lo hacía Rosa Díez cuando era coordinador de los magentas, mientras los datileros Toni Cantó y Fernando Llopis se ufanaban de pisotear la voluntad democrática de los afiliados de un partido.

El Führer ya prepara para el congreso de febrero unos estatutos a su imagen y semejanza, eliminando toda posibilidad de primarias y sacudiéndose las ideas socialdemócratas que le sirvieron para atraerse a los votantes de UPyD, que defienden un centro izquierda que no sea nacionalista.

Un buen puntapié a las escasas ideas jacobinas que impregnan la política española, para dejar el campo abierto a los girondinos. Dos siglos después de que rodaran algunas cabezas, la Gironda se ha encaramado como la nueva izquierda española, pero su ideario encadena con la tradición carlista más reaccionaria y destructora de toda vertebración nacional que defienda los sagrados ideales de la igualdad y la soberanía nacional, ejes de las ideas progresistas en todas partes menos en España.

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Zumalacárregui, Cabrera y Maroto siguen vivos, sólo que ahora ni siquiera tienen el enorme honor y valentía que tuvieron sus abuelos y se llaman de otra manera. Sus descendientes militan en partidos de extrema izquierda, democristianos secesionistas o cómplices con la causa, se cortan el pelo a hachazo limpio mientras queman fotos o guillotinan estampitas creyéndose que una república consiste tan sólo en no tener rey y votar constituciones cada generación, más o menos cada 30 años. ¿Y luego qué?

A mí, lejos de disgustarme, la noticia de que Ciudadanos se apunta a los dedazos por la vía de los estatutos y se sacude de un plumazo toda reivindicación socialdemócrata, no ha hecho más que darme una enorme alegría. Estoy que doy saltos de contento. Por fin se explican con claridad. Por fin nos dicen lo que son. Por fin han dejado de engañarnos. Ahora podremos votar en conciencia.

Si no hubieran dado tantos rodeos, con toda probabilidad nunca habríamos llegado a donde estamos. Nos hubiéramos ahorrado enormes disgustos y decepciones. Dicen los todavía vigentes estatutos, en su artículo 5.4, sobre ‘Aprobación de las listas electorales’: 1. Como regla general, los primeros puestos de las listas electorales del Partido se establecerán por el sistema de elecciones primarias, de la forma y con el número de puestos que se establezca en el Reglamento de Primarias”.

Esto debe ser un gran chiste, porque el Sr. Caniche, quiero decir Lobo, bien se encargó de que justo tres artículos después figurara lo siguiente: “ (…) 4.Si se diera el caso de tener que modificar el resultado de las elecciones primarias, deberá hacerse con la aprobación del Consejo General”.

Un Consejo General que con demasiada frecuencia ha metido las narices para imponer a los suyos o defenestrar a los adversarios. Nombradlos directamente a dedo y ahorrémonos los engaños. Siempre he oído a mis mayores aquello de “hecha la ley, hecha la trampa”. Aquí tenemos el vivo ejemplo, y tan sólo tres puntos después.

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Afortunadamente los naranjas derogarán en su Congreso de su ideario aquellos cambios que la sociedad está pidiendo a gritos y por lo que muchos caímos en la trampa de votarlos o afiliarnos. Las personas que deseamos reformas profundas en la política en el marco de una convivencia pacífica, por fin podremos distinguirnos del resto. Nos dejan el campo libre, podremos crecer y multiplicarnos. Albricias, el Lagarto de V se ha quitado la careta.