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Pablo Iglesias, el mejor amigo de Mariano Rajoy

Redacción




Mariano Rajoy y Pablo Iglesias. /Foto: 20minutos.es.
Mariano Rajoy y Pablo Iglesias. /Foto: 20minutos.es.

Miguel Sempere

El sistema dicta ostracismos que no se sostienen por el respaldo social. Uno de ellos es, desde luego, el de Pío Moa: la entrevista publicada por Rambla Libre tiene más de 1,2K recomendaciones en Facebook. Pío Moa está vetado para salir en cualquier televisión, para contradecir la versión oficial sobre la historia de la España reciente.

En esa entrevista, que recomendamos vivamente a nuestros lectores, se contiene una reflexión de Pío Moa sobre Pablo Iglesias y Podemos que nos parece de sumo interés.

Dice así: “Pablo Iglesias es un gran mal para el país, pero en cambio es un gran bien para el PP, el cual le ha facilitado la máxima presencia en los medios, porque de ese modo asusta a los ingenuos y le permite al PP, contener el chorro de votos que estaba perdiendo antes de las elecciones. Muchos que detestan la política de Rajoy le votan porque ‘antes de Podemos cualquier cosa’. Así se ha formado un círculo vicioso en política que dificulta en extremo cualquier alternativa”.

Por supuesto, en España nadie sale en la televisión sin el beneplácito del sistema y específicamente de Moncloa. Y mucho menos de manera continuada. Pablo Iglesias es un “producto mediático”, lo que induce a pensar, en efecto, que es un producto del sistema. De hecho, Pablo Iglesias fue lanzado, en primera instancia, por Intereconomía en los tiempos en que Julio Ariza se dedicaba a hacerle el “juego sucio” a Rajoy y le consultaba todo en reuniones semanales.

Resulta difícil, en el momento presente, distinguir si en los debates presentes de Podemos nos encontramos ante una pandilla de cafetería de Facultad que escenifica cutres asambleas universitarias, para seguir teniendo acceso a la televisión y generar noticias, o si es una parodia de partido que actúa mediante guiones de teleserie o culebrón venezolano.

Hay que constatar que Podemos no ha tomado ninguna iniciativa contra la corrupción, que ha accedido a numerosos e importantes ayuntamientos sin levantar ninguna alfombra y que tampoco ha reducido sustancialmente privilegios de casta. Más bien se diría que es una oficina de colocación más por la que están ingresando en la vieja política licenciados de las nefastas facultades de ciencias sociales.

Cumple, desde luego, su papel de ser definido como populista sin ser más que una coartada de la casta y exagerar la estética pijorevolucionaria sin ninguna ética ni efectividad real. No es un partido de gobierno, pues es amalgama de marcas y formaciones y, además, carece de cuadros con una mínima preparación en la generación de riqueza. Entre todos los de Podemos, no han creado más de una docena de puestos de trabajo.

Los debates son cada día más de cargos, entre el cesarismo del sexy Pablo Iglesias, que ha convertido la formación en su particular serrallo, y el inconsistente discurso de Iñigo Errejón, luchando por su cuota parte de poder autónomo. Esta superficial hoguera de las vanidades se alimenta con dosis estomagantes de autobombo: “eres el hombre de más talento que he conocido”, “eres la mujer más valiente”, “tú has cambiado todo”…aunque no ha cambiado nada.

Podemos tuvo la posibilidad de desestabilizar el sistema, no regalando “Juego de tronos” a Felipe, sino votando a favor de la investidura de Pedro Sánchez, desalojando al PP del Gobierno y sumiéndole en una profunda crisis; sin embargo, Podemos optó por apuntalar al PP y a Rajoy o bien porque su objetivo es liderar a la izquierda o porque asumió el papel concedido por la casta: ser el tigre de papel que sostiene y hace perdurar los privilegios de la casta, cerrando el paso a una alternativa regeneradora.

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