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Ciudadanos está dejando de existir

Redacción




Albert Rivera. /Foto: ideal.es.
Albert Rivera. /Foto: ideal.es.

Enrique de Diego

Albert Rivera es el líder más valorado, según la encuesta del CIS, y al tiempo se está quedando sin partido, porque Ciudadanos está dejando de existir. O es consecuencia solamente de la torpeza de Fran Hervías o el responsable último es Albert Rivera, es la única cuestión a dilucidar, porque la anemia de Ciudadanos es clamorosa.

De las numerosas comunicaciones recibidas a raíz de la presunta amenaza judicial de Fran Hervías hay dos comentarios recurrentes: un rotundo “no hay partido” y otro: “han dilapidado a una generación”. La primera afirmación precisa una matización: el Ciudadanos que queda es de los cargos electos, el de los que cobran y esa ha sido una parte del problema: en esta crisis en la que el sistema nos ha instalado, los únicos que cobran seguro son los funcionarios y los políticos y Ciudadanos pasó del cero, de no existir, a ser una oficina de colocación suculenta y se ha jugado muy sucio por bastante gente para ser los primeros de la lista, aún a costa de los demás.

El jefe de toda esa agitación cainita ha sido el Señor Lobo. El problema añadido es que todo ha sucedido de manera bien distinta a lo que se había prometido. El banderín de enganche se dirigió a una parte de la sociedad harta de bipartidismo y de corrupción, y también a una generación intermedia, descolocada, que percibía las fallas del sistema y le ilusionaba participar en su regeneración. La distancia entre el discurso teórico y la práctica ha sido abismal: Ciudadanos ha añadido a los males de la vieja política otros aún muchos peores y, sobre todo, la inmensa y frustrante hipocresía.

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Fran Hervías lo ha hecho rematadamente mal. Ha añadido dosis exageradas de crueldad innecesaria. En Ciudadanos, como se va sabiendo, no hay cargos representativos, sino delegados; es decir, cargos que tiene el puesto a dedo y un poder delegado. A quienes habían llegado con ilusión, se les ha triturado, se les ha torturado políticamente, se les ha vejado. Fran Hervías ha dejado España llena de cadáveres. Se siente orgulloso de tener enemigos –él, que hace el juego sucio- pero no se hace idea, en realidad, del número infinito de los que ha dejado.

Se han comprado los puestos, se han comprado los votos, se ha llevado a paniaguados de una agrupación a otra, se ha expulsado a unos por lo mismo que se ha encumbrado a otros, se han hecho elecciones internas por la noche que no han servido de nada al amanecer, se ha utilizado a los medios de comunicación para desprestigiar a los más inocentes y entusiastas y en cada ciudad se han hecho con la «marca» una capillita de tres o cuatro, siempre respaldada por Hervías, que es lo mismo que decir que por Albert Rivera, aunque éste hace, claramente, como que no entera.

Toda una generación de políticos vocacionales regeneracionistas ha sido sacrificada. Esto no lo ha hecho Fran Hervías sin el conocimiento y el respaldo de Albert Rivera. El riesgo para éste es que en las próximas campañas electorales haya mucho líder y poco partido, ningún partido, y que en cada ciudad de España los más críticos sean los que un día fueron militantes y acabaron hartos de que les pusieran zancadillas, les dieran codazos, les pisotearan y les llamaran perdedores y tóxicos, en el argot del Señor Lobo.

Ciudadanos hoy son sólo los cargos electos, luego están los expulsados y los que se fueron y los que, llenos de heridas, esperan que en febrero se cumpla algo de lo que se dijo, pero que ya están al borde del desencanto y la desesperación. Ciudadanos es hoy una gran desilusión que se extiende por la piel de toro y que arriba a Rambla Libre, pero no es cuestión del mensajero sino del mensaje: Ciudadanos está desapareciendo como partido.

¡Váyase, Señor Hervías!

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