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Carta abierta a Cristina Cifuentes, trepa sin convicciones

Redacción




Cristina Cifuentes, musa de Ariza en Intereconomía. /Foto: YouTube.com.
Cristina Cifuentes, musa de Ariza en Intereconomía. /Foto: YouTube.com.

Enrique de Diego

Esta carta te la escribo desde el desprecio y la náusea que me producen tus políticas. Coincidimos con frecuencia en Intereconomía –el torpe de Julio Ariza te lanzó al estrellato mediático-, especialmente, en el programa “Más se perdió en Cuba”, de Xavier Horcajo. Me dijiste que, tras mis intervenciones denunciando a la casta y su corrupción, tenías, en los descansos publicitarios, que tomar Lexatin. Insistías en que nos conocíamos de la Universidad Complutense, donde te buscaste el acomodo de un puesto funcionarial, aunque, teniendo más edad que tú, sólo te recuerdo de un encuentro con el Club Conservador que había montado el insigne Laureano López Rodó.

Te retrataste cuando me dijiste, con un cinismo angelical, que “quizás deberíamos bajarnos del coche oficial, pero es tan agradable llegar al trabajo con los periódicos leídos”. Entraste de becaria en negro en esa institución inútil que se llama Asamblea de Madrid y siempre has estado viviendo del Presupuesto, al sol que más calienta y mirando hacia otro lado en materia de corrupción, teniendo puestos que te obligaban a controlarla y perseguirla.

Ahora disfrutas de un éxito merecido, porque has adulado mucho y has traicionado lo suficiente, pero siempre has ocupado puestos inútiles, de los que se debería prescindir para que España saliera adelante, empezando por el tuyo actual de presidenta de la Comunidad de Madrid, porque las autonomías son el cáncer de España.

Como la trepa sin convicciones que eres, impostas y exageras tu falso progresismo de sumisión irrestricta y lacaya a la corrección política, aunque me temo que en la Alemania de los años 30 tu postura hubiera sido otra, con tal de subir y medrar. Tu Ley de Diversidad Sexual es totalitaria. No es de diversidad sino de uniformidad y monopolio. Acabas con la libertad, la de cátedra, la de expresión y, directamente, la personal. Eres una liberticida a la que ya no disculpa tu ignorancia proteica y tu ausencia de principios.

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Es una agresión de tal calibre, de tal fatal arrogancia, de tal prepotencia abusiva que se volverá en tu contra y en la de eso que se autodenomina colectivo LGTBI.